18.10.12

**La barrera del sonido**


Ante la gira rapidita y mediática por la estratosfera, la envergadura y pilladas chinas, el frente acuoso, cielos cubiertos y rescates encubiertos, una tiene que decidir si supera su propia barrera del sonido y si ya hace el suficiente frío como para empezar a escuchar esas palabras que, según pasa la vendimia, empezamos a creer las lechuzas, como síntoma de un mal climático anual. Medicina: mantinta del amor, un toque por el este, otro por el oeste y nada hablemos de perder o ganar: dejarse querer.
Ahora, nosotras, malas pécoras, peligrosas por pedazos y enteros, abrimos los oídos y dejamos las frustraciones por devociones y revoluciones tranquilas, casi invernales. Buscamos un tipo, un lechuzo concreto, nada de indiferencia, sí alguno valiente, que no nos deje espacio, que no nos hiera la boca con sonidos que hacen daño, ni cuentos, ni dueños... Esos nuevos labios, ni fríos, ni calientes, esos que no voy a expulsar de mi boca porque no pierden debates, no piden rescates, los toman, los cobran, pronuncian y rompen el espacio de tanto usar el verbo, lo relativo, nada de na de na, antes de na y mucho más después de tal.
Probamos del mal, probemos del bien, desterrados, acurrucados lejos de un pasado que pasó, en pleno presente. Con razón, tanta sinrazón. Ay, tantas palabras que nos rompieron los oídos, para ahora usar las manos mordiendo y destrozando las barreras.


11.10.12

**Soñar contigo**


Palmaditas, azotitos, algún que otro pellizco colándose por los pliegues de tu cuerpo y haciéndote señal de que ha llegado la hora de despertar en sueños.
Por ser lechuzas, a algunas nos corresponde esa virtud de vivir dormidas en plena noche, disfrutando así de ciertos vicios que se cuelan por la alcoba y que otros no recuerdan haber vivido al amanecer. Nosotras, sí, con cremas, esposas, harina y un mechero abrimos los ojos aún dentro de castillos construidos entre nubes y, con cremas, esposas, harina y un mechero que prenda, también abrimos los ojos a la realidad, durándonos el honor de habernos rozado en sueños con santos o revolucionarios devotos.
Los lechuzos que despiertan sin haber vivido tienen por costumbre reprochar las veces que invitaron, regalaron tus orejas o te dieron la mano, aunque sus únicos sacrificios fueran un simple café, un beso real, una caricia real y un amor no tan real, porque ese se esconde en las mazmorras de los castillos soñados, dicen, y yo ahí aún no he llegado, que me sienta mal el verde humedad y no soy de colarme dentro de celdas que no me dejen salir. Soy más de la fiesta de querer que me quieran unos cuatro reyes, aunque me llega con tres: uno que hable bonito en el idioma del cielo, otro que parezca donado para el bien de las mujeres desde el mismísimo techo celestial y algún que otro borracho que me enseñe delitos, juegos prohibidos y convierta el garrafón en vino dulce en mis labios. ¡Qué vivan los milagros!
El caso es quererse en llamas, de ahí el mechero. Recordad, lechucillas, un encendedor en la mano, un poco de jazz en la cabeza y prende el candil en sueños.

5.10.12

**Escucho y callo para poder repetir**


Conozco algún que otro lechuzo que se escapa de todos los entendimientos o quereres, que de tan impersonal parece de más allá de Marte. ¿Os habéis cruzado con uno de esos? Parecen, de primeras, moribundos de amor y te confiesan que ven en ti todo lo que quisieron pretender. Yo les creo, pero en tomas repetidas y con diferentes dosis: rubias, morenas, fuertes y sensibles, maduras, yogurinas, seguidoras y salvadoras.
Mueren hoy aquí, mañana allí y sorben de cada lugar, de cada mujer, deseos, ideas, caricias, incluso vidas enteras, lenguas, portales, miradas, brillos, consuelos y risas. Platican del antes, del después, de tantas penas por otras, de lo buenos que son. Ay, amiga, nunca confíes del que presume de no esperar hacerte daño un día. Y el caso es que nada piden, porque todo reciben sin más.
Cuánto darían muchas para que se perdieran por el camino del engaño esos lechuzos que gustan de pronunciar: siempre, nunca antes, toda una eternidad y si me dicen que esto ya es amor... me queman las alas de tanto volar. “Te bajaré una estrella, porque te quiero”, “cambiaría mi vida con solo que lo desees”.
Mas por dentro, esas palabras que dicen fácil, suenan creíbles por repetidas, aprendidas como fórmulas para huir del dolor, sin más, no hay más motivos para dañarte, lechucilla. Egoísmo.
Es duro, lo entiendo, sentirse en un sueño no buscado, notar que esa rendija que creíste abrir es una pesadilla de mentiras. ¿Quién mintió a quién? Protéstale al destino que te lo puso ahí, pues él no tiene oídos, ni lengua, ni palabra, ni es realidad. 

28.9.12

**En boca cerrada no**

Ni moscas ni na de na. Pero lo prefiero, pues si la abren, me toca ensayar delante del espejo la cara de no me cuentes, de no pongas cara de hay miles de cosas que puedo decirte que van a hacer que valga la pena, que si te doy una oportunidad, que si te dejo pronunciar mi nombre... Y creo que esta cara podría cundir entre las lechuzas nocturnas y de buena vida: ¡Qué guapos están con la boca cerrada o, mejor, tal vez, callada! Si te voy a tocar, besar, lamer igual, cállate, corazón, que es tan lindo el silencio cuando no se sabe bien hablar.
Cierto es que alguno domina la lengua patria, tanto que no hay manera de pararla: te quiero tanto que tuve miedo, ay, te quise tanto. Y es lo mismo que lo que no te dice el que te hace tanto, tanto, tanto. ¿Mentira o verdad? a vuestro gusto os lo dejo, lechucillas, pues, si el resultado es el mismo, ¿qué es mejor: que te quite el sueño con palabras o que te regale suspiros con hechos?
¿Cartas de amor? Llegada esta edad de la que no puedo acordarme, se despierta un instinto que no sé si ayuda a o impide la felicidad, una se vuelve sabia en amores y no cree confesiones ni propias ni ajenas, no se fía ni de su sombra ni de esa almohada que agarra a pesar del calor de ciertas lunas.
Las lechuzas nos entregamos mejor al tacto, ese que no engaña porque es efímero, porque dura solo en el ahora y permanece más en la piel que en el cerebro. ¡Pobre materia gris, débil ante la esencia de algún que otro hombre! Nos dejamos el alma en respiraciones, en alientos, en gotas de humedad mientras se amanece, nos dejamos las piernas en tangos, en noches, en cantares de emociones, en alguna que otra coma. ¡Canta mi garganta, pero ya no hay ninguna pena!

20.9.12

**El lado romántico**

Condenadas a sacarle partido más a la noche que al día, nadie puede tachar de otra cosa que no sea de desgracia esta dualidad que a las lechuzas nos han marcado con hierro.
Y no se crean que es fácil recorrer el camino de la sensualidad, unos días giradas hacia lo romántico y otros con las uñas en forma de garra y rascando pieles ajenas cual tiras de comida turca y peor se pone la cosa cuando una es dos en un solo momento: que si ahora te como esa boca que te deseo de una manera más que loca, que si ahora me dejo lamer suavemente y sin hacernos dañito, que si ahora te hago comprender en miles de besos toda esta ternura que las plumas han clavado en mi dermis.
Con todo esto, la vida te da sorpresas, lalala, con ellas y conmigo, lechuzas todas, y todo es perder la cabeza intentando adivinar si hoy lamemos o mordemos, fuego y agua en un mismo cuerpo, con una mente que arrastra no poder entenderse a ella misma. ¡Curioso poder, el lechucil!
Los lechuzos no podrán quejarse, malheridos solo a veces. Mas, cómo no, a nosotras nos toca la parte de la engañifa, de la distancia sentimental tan eterna con los que llevan el disimulo tan pegado a las alas que se les mete por el ombligo para nacerles por la boca. Entendámoslo, si una se topa con un señorito fino, espera que, aunque las feromonas le cambien la mirada al ritmo de la luna, la relación siga siendo con la misma persona que te “habló” aquella primera vez. Ja, no te fíes. Tienen las conquistas dentro, toman el pelo al sol y juegan con la luna hasta desmigarla como un astro despechado. Aunque, llega un día, llega, en el que no pueden dormir sin ti...

13.9.12

**A ver quién es la que los entiende**


 
Toda la vida el mismo sermón: las mujeres sois complicadas, no podemos entenderos, eres demasiado mujer, muy  mujer. Y llega un momento que, de tan cansina repetición, fíjate que te crees desordenes que no tienes.
Pero la realidad…, simpática y cochina a la par, nos ilumina con los años la verdad del otro lado: ellos son los rarunos. Si os preguntáis el porqué, es tan sencillo como que nosotras pretendemos uno que lo tenga todo: que te de gustito a gustito, sea tu amigo, compañero de licores, te cuide o riña, quien te haga ser salvaje con solo un toquecito por aquí y por allá, te enseñe y enseñes, te acompañe y mueva, te suelte y te ate y muerda con raso, tal vez. Y si luego te administra la casa, las cuentas y sabe hacer masajes, el lechucillo nos salió completo y la vida redonda. ¡No hay nadie como tú!
Y es por esto mismo por lo que las mujeres sufrimos una insatisfacción mensual y unas cuantas diarias: ese ser no existe en uno y una se engaña y fracasa con duendes ordinarios. El caso de los lechuzos de alhelí es aún peor, pero conlleva más juerga y diversión: sus leyes de la hombría les dictan que no pueden jugar con quien aman, no han de hablar de amor con la que juegan, ni querer hijos de la valiente que los hipnotiza y desmonta. Si eres amiga, ya no completarás su mundo; si eres su ama de llaves, ya no podrás tener fiestas de guardar en su compañía. O madre o amante o amiga.
Sé que hay mujeres que son capaces de transformarse en una novia devorarrelaciones con solo que les den la mano y algo de grimilla me da la metamorfosis: les entra una seriedad y un saber estar por el cuerpo… que les cambia cara y mente. ¡Ay, no! Pero no mienten, se ve, la cosa se ve. Sin embargo, los lechuzos actúan con el engaño… tú te creías su sueño hecho realidad, por lo completa, y solo eres la tercera parte de una tercera parte contratante.

**A ver quién es la que los entiende**


Toda la vida el mismo sermón: las mujeres sois complicadas, no podemos entenderos, eres demasiado mujer, muy  mujer. Y llega un momento que, de tan cansina repetición, fíjate que te crees desordenes que no tienes.
Pero la realidad…, simpática y cochina a la par, nos ilumina con los años la verdad del otro lado: ellos son los rarunos. Si os preguntáis el porqué, es tan sencillo como que nosotras pretendemos uno que lo tenga todo: que te de gustito a gustito, sea tu amigo, compañero de licores, te cuide o riña, quien te haga ser salvaje con solo un toquecito por aquí y por allá, te enseñe y enseñes, te acompañe y mueva, te suelte y te ate y muerda con raso, tal vez. Y si luego te administra la casa, las cuentas y sabe hacer masajes, el lechucillo nos salió completo y la vida redonda. ¡No hay nadie como tú!
Y es por esto mismo por lo que las mujeres sufrimos una insatisfacción mensual y unas cuantas diarias: ese ser no existe en uno y una se engaña y fracasa con duendes ordinarios. El caso de los lechuzos de alhelí es aún peor, pero conlleva más juerga y diversión: sus leyes de la hombría les dictan que no pueden jugar con quien aman, no han de hablar de amor con la que juegan, ni querer hijos de la valiente que los hipnotiza y desmonta. Si eres amiga, ya no completarás su mundo; si eres su ama de llaves, ya no podrás tener fiestas de guardar en su compañía. O madre o amante o amiga.
Sé que hay mujeres que son capaces de transformarse en una novia devorarrelaciones con solo que les den la mano y algo de grimilla me da la metamorfosis: les entra una seriedad y un saber estar por el cuerpo… que les cambia cara y mente. ¡Ay, no! Pero no mienten, se ve, la cosa se ve. Sin embargo, los lechuzos actúan con el engaño… tú te creías su sueño hecho realidad, por lo completa, y solo eres la tercera parte de una tercera parte contratante.

6.9.12

**Felicidad en spray**


Es cierto que la forma de expresar el amor no es universal, ni siquiera lo son las parejas tan de blanco y eternas que tanto nos gusta vender con esa forma de hacernos daño que, en mi mundo, llámase matrimonio. Pero la felicidad ya es otra cosa… esa sí que nos llega a todos de la misma manera, sencilla, las más de las veces: un anochecer rajado de rojo y rosa en el Cantábrico, una canción de salsa y tarima, un tomate sabroso de hortelano, unos cuantos chicarrones guapos e incluso apuntar un nombre con un lápiz y un papel.
Amigos, pareja, chocolate, crema o nata, un azúcar que va a lo mismo: hacerte feliz porque sí. Y así se elige una pareja: ¿por qué ella? ¿por qué te has enamorado? ¿por qué la mujer de tu vida? “Está loca”, me dijo un lechuzo una vez, “y eso me encanta, me gustan sus olvidos, sus desastres diarios y con ellos su sensatez, su cuerpo, su mirada, su pelo, me gusta incluso que me quiera” y todo esto me sonó a un me gusta porque sí, porque es mi princesa y no hay mejor motivo.
Supongo que sabemos quiénes se merecen atarnos a construir una senda conjunta porque su sola presencia nos es como agua de avena en spray: calma, relaja, refresca, conserva el maquillaje e incluso repara las rojeces y tirones de la vida.
Felicidad líquida y en estado gaseoso para los enamorados que hacen que una lechuza confíe en el alba, en el te necesito y en ese trajín del amor al que ahora no le encuentro mucho sentido. Felicidad para los que creen en el siempre y no en el nunca, esos que firman ante notario, piden hijos al amor y no a la luna y no escatiman en mudanzas cuando se trata de asfaltar las aceras de una pareja. Felicidad en spray para mi pater, para Jorge y Raquel, su princesa, y ¡qué vivan los novios!

30.8.12

**Esa parte que me gusta de tu cuerpo**


Podía haber empezado con una sentencia al estilo “todo eso que me gusta de ti”, pero soy de las que tiran hacia la contundencia y la verdad verdadera de la buena y, si no pongo cuerpo, os empezáis a liar con que si lo que nos gusta de nuestros lechuzos es la simpatía, la belleza interior que irradia todo su ser, su ternura... ¡Anda ya, por favor!
Seamos claros, puede que con el tiempo se les coja cariño, pero lo primero en lo que nos fijamos es en algo no tan escondido como su bondad, ummm, algo con lo que poder jugar, aunque solo sea a adivinar nombres o al veo veo. Unas tiran hacia la curvatura del coxis, otras hacia esos brazos que parecen propios de marinero, las manos de tocador profesional, el perfume que tanto nos quiere, esos cuellos que me tientan, pues, creedme, ellos solos me buscan, labios, bocas de carnes jugosas, sus hombros tan mediterráneos, dientes blancos, aliento de salitre dulce, sus pechos de nombre de mujer, ese cuerpo entero y libre que nos hace falta y tan bien nos trata... Su cabello negro, su cabello plata ¡Ay, por un solo lugar, pero por tantos sitios siempre te quiero, os quiero!
Más con las palabras, pero a veces también con los ojos, los años me han devuelto un yo que tira hacia miradas más abiertas de lo normal, tal vez profundas de tan superficiales, muy alejadas del tiempo seco que muchos presumen para un futuro de lechuza vieja. En pícara senectud y mayor fortaleza me veo. ¡Qué lindos cuerpos!
De los lechuzos es diferente la mirada, lo juro, dan la vida entera por ratos de escotes contundentes o culos prietos y turgentes, confiesan poder mezclar su cariño por uno u otro lado, les dará igual calar en uno u otro laberinto... Dime, tú, lechucillo, ¿eres más de senos o es el fin de la espalda tu llave?

23.8.12

**¿Qué hacer con un hombre bueno?**

Todos sabemos la diferencia entre ser y estar y, en este caso, con el estar puedo, es decir, no hay lechuza que no sepa qué hacer con uno de esos lechuzos prototipo anuncio: se le admira, pasea y disfruta con mucho uso pero con cuidado de no romperlo o babarlo de más, por si encoge o estropea. La pena es que el caso no se da y muchas creemos que sus músculos sagrados son madurados para sacrificios en altares de canibalismo rico rico, lejanos, eso fijo.

Con un hombre en el buen sentido bueno, yo ya no sé… creo que me pondría nerviosa ante tan raro espécimen sereno. ¿Un hombre bueno? ¿aquí? Tiene que dar miedo tocarlos por su anormalidad y su extrañeza a mí me produce rechazo y tembleque. ¿Eso es un hombre? ¿Qué se sentirá al tocar uno de esos? ¿Será suave? ¿Será hijo de la mar?

Imagino que nosotras no nos adaptaríamos a convivir con una mayoría de hombres sinceros, de esos que te dan cariño porque lo sienten dentro y no solo fuera. Buenos porque están para acompañarte en las caídas y subidas y para hacerte las cosas sencillas sencillas. Esos que escuchan tus soliloquios. Buenos porque solo aman de una en una, porque dan justo lo que piden o incluso más, porque lo intentan, porque fracasan y les importa la solución, buenos porque les dolerán más tus lágrimas que su orgullo. Buenos porque no se conformarán con la fácil y lucharán por ti. Buenos porque no los necesitarás, están. Buenos porque distinguirán entre compañera y ama de cría. Buenos porque alimentan con pan y lecho. Buenos... hasta el último viaje.

Sí, definitivamente, no puedo hacerme a la idea.

16.8.12

**Enredos y desenredos**

Con un nudo de dos lazos algunos se enratan, otros anudan un día con otro día para recuperarse con siestas eternas. Algunos se lían desnudos, se atan los labios, se enganchan al vacío o a amores, se lían y lían... algunos.
Y esta es la parte divertida de los líos: con desconocidos que queremos conocer, con viejos conocidos que desconocimos en algún momento... Pero a ciertas lechuzas les da miedo compartir cerebro, corazón, historias, porque es más fácil negar, cegar lo nuevo y no golpearse contra un muro, fácil, las más de las veces, de romper, más que nunca en verano.
La cosa está así, lechucillas, si te van a complicar la vida, que te la van a complicar, llega un momento en el que debes elegir: ¿activa o pasiva? Y, si eres lechuza... qué más que emociones.
Lechuzos que tocan o lechuzos que agarran, lechuzos que te mueven o que mueves, perdedores o ganadores, artistas o mendigos, de boleros o tango... Piensa que, sea quien sea, te cubrirán de mieles y te romperán espejos en los ojos, te emborracharán de viajes, de palabras y esperas, pero, no sé por qué, detrás de una lechuza... lechuzo siempre.
Sombras de gracias, luces de desgracias y nos creíamos libres, ay, lechucillas, desbordadas de tantos robos de sueño. Y, a pesar de todo, y siempre encima, me gustan las faltas, porque son tan mías como yo de ellas y, si sale mal y mañana me doy cuenta de que erré al atarme con nudos rompibles una y otra vez... Me encantará haber hablado de amor con tantos besos, me encantará haber hablado de amor con vosotras.

9.8.12

**Disfrazados de abrazos**

No hay cosa que más enganche o incomode, a partes iguales, que un abrazo. Un gesto, tan solo, que es capaz de hacerte creer y caer en esto que yo considero un acto de fe casi prohibido: el amor.
Estar tan cerca, más en mente que en cuerpo, va en contra de todas las reglas del juego lechucil. No hay fuerza que pueda con ese lechuzo capaz de estrangularte y estrujarte todos tus huecos, sin más, no hay más espacios, ni para el aire ni para la inteligencia. Sin tiempo: silencio y un abrazo.
Es una lucha en la que nunca he conseguido medalla y los diplomas olímpicos, casi que mejor los gano en otros campos, más esforzados, al menos, y mucho más típicos y comunes. Esas pruebas me dan menos miedo. Una lechuza es capaz de saltar hasta los dos metros, con pértiga o sin ella (cosa de gustos).
Mientras, con un abrazo, a una le entra una ceguera tonta que es aún más inverosímil que la fe religiosa. Veamos, ventajas de creer en un ser superior: el camino duro se viste de más sencillo. Ventajas de creer que ese que te apechuga y fusiona entre las alas siempre te amará o que te ha amado: una idiotez que te conduce al arrepentimiento o a un engaño convencional.
Mas, ay, me enganchan los abrazos, sobre todo cuando ni un poco los espero. Un chute de energía, de gas natural, de salvajismo animal en plan suave. Es tal lo que uno siente, que podemos convertirnos en creyentes, en frágiles criaturitas preparadas para el tropiezo. Zas, plas, ummmm.

2.8.12

**Ojos de gato, manos de amor**

Muchos han cantado a los mejores cachitos de una mujer: ojos de gata, cabellos dorados, morados o negro azabache, pechos y piernas de otro mundo... Pareciera que es fácil lo de vernos por partes, no sé si por demasiado compleja o curva nuestra verdad, cuerpo o mente o porque los lechuzos se conforman con mirarnos bien fuerte algunas zonas, de agarrarlas ya hablaremos, depende de lo mucho que nos apetezca sufrir, sentir dolores, sudores y marcarnos sus manos. ¿No os parecen bellas sus manos? Nadie se sorprenderá de que los ojos de un buen semental, incluso de alguno malo, siempre tengan dónde ir. El camino es fácil de ida y menos de volver.

Y todo esto para comentaros un estudio genial: los hombres nos miran y no nos ven. ¡Sorpresa! A ver, ven unos ojos, unos labios, un torso, la cintura... la espalda... Y malo será que una no le valga.
Tiene su gracia esto de la descomposición, así, pensando, yo podría sumar un trocito por aquí, otro por allá, y me saldría uno de esos lechuzos que se merezcan alguno de mis errores. ¡Qué ilusión! Estoy pensando en comercializar el pegamento que haga que no se despegue ese sueño. Sí, sí, yo entiendo que esto no es más que verlos como objetos sexuales, como tipos carnales, como sementales sin fruto... ¿Y qué? Ellos lo hacen sin querer, es su cerebro así, desde... siempre; yo solo quiero hacerlo queriendo, y solo es por no fallar, para ser feliz, pido para mí y para... ellos. Otro punto que no me sorprende del estudio sesudo es que dicen, fíjate, que nosotras también nos percibimos por partes, ja, ¿sabéis por qué?, para compararnos con la competencia.

¡Me voy a por la motosierra, mejor no os digo lo que he visto! ¡Ay, mi hombre hecho en cachitos!

26.7.12

**No siempre decir que no es decir que sí**


Algunas de nosotras, por eso de estar acostumbradas a soltar un no de vez en cuando, como si fuera el dios que nos puede conseguir mayores atenciones o puestas en escena más propias de películas de amor, confundimos un rotundo “no”, que en versión lechuzo suele venir en forma de silencio, con un: “pobre, no sabe lo que quiere, tiene miedo, lo intimido, cuántos problemas tendrá en casa para dejar sin respuesta mis mensajes, llamadas o gritos de desesperación”. Sí, lechucillas, nuestro interés equivale a agobio para la otra parte, a risas o síntoma de “esta está perdida por mí”, y bien es sabido que la pieza a cazar no solo tiene que ser interesante, sino que ha de hacerse desear (lo justo, eso sí, que la caza también tiene ganas de saber a alimento y relamerse).
Y en esto, por mucho que haya cambiado el concepto del amor y de las relaciones, siglo va siglo viene, abuelas y nietas, hijas y madres han sufrido lo mismo: de simples que son, no se les entiende. Un no es un no, ¡qué criaturas los lechuzos, tan extraños, tan poco dados a la matización! Con nosotras, un no necesita de al menos un dos: el tú que lo diga y el él que lo crea y, en el medio, siempre queda un tal vez.
Si lo suyo es un no, tú solo tienes una salida: orgullo, corazón, mucho orgullo, menos líos y más mantas, atadas a la cabeza, en los pies o asiéndote enterita para quitarte la maldición del frío. Eso sí, un punto fundamental en esto de los noes es saber si al moreno le ronda por la cabeza del “on-off” otra rumbosa que bien se quiera, entonces sí, puede que algún día la querida pase al “no” y el niño se sienta solo o te le cruces toda mona y se le calienten los síes más abajo de la boca, mas deja gusto a rancio tomar lo que otra deja.

19.7.12

**Para el calor, me pillo un remo**

Aquí te pillo y te remato y te reviento, es lo que tiene el calor, que una se levanta con semejante espíritu y con ganas de asir un remo tan corriendico... pero un remo de agarrarte los músculos y abrirlos de palmo a palmo, un remo con el que navegarte y cumplirnos en amores, da igual que sea con hielos o que el chocolate nos levante pegados entre lo oscuro. Mojados, pringosos y tan cristianos que nos atan las cadenas y nos ponemos a besarnos las cruces y cada una de nuestras gracias.

Sé que así una pierde la consideración de princesa, por lo bruta y por, tan solo, pedir a un perro que me ladre, mas el verano es así... una pierde vergüenzas, ropas y rencores hacia lo masculino y adelanta el camino no pidiendo nombres y menos recordando a los amantes discretos, pues más de una lechuza considera el verano el tiempo perfecto para apurar lenguas, bocas y palabras que levantan sonrisas entre humedades de bodega y esquinas oscuras de luna. Después... solo toca explicarle al sol y brindar con zumos de uva, cervezas frías y esa parte que los lechuzos tan bien ponen, terminada la espalda, como un paso de cebra abultado que invita a pasar y tocar.

Unas prefieren espalda, otras prefieren pechos desnudos, pies con vaqueros y arena, culitos prietos, manos, una voz, varios sudores o un perfume. Yo tengo mi debilidad entre varios huecos, unos me dirigen desde los hombros al cuello, otros son como marcas de mis dedos haciendo surcos en sus caderas. ¿Cuál es tu parte?

Serán los años, los juegos, los conocimientos o que cada vez una es más bruta, pero siento que la selección va por partes, cachitos de cuerpo, cachitos de días, cachitos de conversaciones... mas todos cachitos míos y de alguien.

12.7.12

**Se me ponen rojitas las orejas**

Amo, luego existo y sí, a veces se me encienden hasta las orejas, de tanto admirar. Tampoco sería novedoso que mi pelo jugara al escondite con el sol y me chamuscara, de tan despacio, pero hoy prefiero que el rojo se suba con la pasión y pedir que me comprueben su grado tocándome las orejas, ombligo o talle.
Y ese es el tema, que las lechuzas somos más de mirar al suelo que al cielo y, en el suelo, da gusto encontrarse a quien es capaz de ponerte rojita por piezas, cuartos o enteros, tanto si te besa como si te pone en modo convexa a poca distancia, como si el cuerpo conectara todas sus partes, las del alma y los ápices que sobresalen por fuera.
Estoy segura de que a cada uno se le enciende una diferente, pues las lenguas, calenturas y gustos nada tienen de contable y sí mucho de libre albedrío.
Y si todos sabemos que el amor quema, palpemos, tacto a tacto, para ver qué se enciende, por dónde sale el humo que tanto atraganta respiraciones y alas.
En mi caso, he de decir que el amor produce en mí el efecto de volar: imaginad, una lechuza ardiente por las orejas, con las plumas huyendo entre la piel para no confundirse con ese carbón que ya no vuela. Y creo que esto me pasa porque mi amor es bajo como el averno y el fuego se me muestra en las orejas. ¡Tan calentitas!
Así debe ser la pasión: trepadora de cuerpos, sin cerebro, ni migajas mendigadas de cariño, sin aguantar más que lo justo y con pocas pruebas, que todos desconocemos nuestro límite y ninguno es de nadie, pero todos somos de todos.
Amantes, pasión, cariño, algo extraordinario que nos quita tiempo y mente, pero nos hace buscar nuevos amigos. Fíate de tu radar, lechucilla, que nos sienta bien y es un gusto dejar que nuestro cuerpo investigue, busque y vibre.

5.7.12

**La generación Casillas**



Son estas pequeñas cosas del fútbol las que dan vidilla y algo de ganas de tirilili a quien las tiene y al que no las tiene habitualmente. ¡Tiempos de goles!
Es cierto que soy lechuza futbolera, de las de morderse las uñas, la camiseta y a alguno de la Roja (los guapos, si llega el caso de elegir) y en esto no busco razón, ni intelecto, aunque sí algún buen pase de tarde en tarde y, para eso, no me negaréis que hace falta habilidad mental y buenas piernas: y no hay más que pedir, pues las flaca nos conformamos con mendrugos de pan que llenan mucho menos que un buen goleador.Luego las hay listas que pasan del unicolor carmín a los colorines de hombres muy hombres. ¡Si tienes un armario ropero, qué se vea, qué se luzca, qué use flores, ya los gritos chillones los pones tú a golpes de uñas!
Y no sé si es por la buena grupa que imaginamos con forma de futbolista, pero esto del balón y los pies son el deporte de este país, por dinero, por afición y por ser el único que vacía las calles. Cierto es que hay quien no entiende que uno puede ser tonto y odiar este juego de merengues, granates, azules y rojiblancos o puede ser listico, informado y pegado a la tierra y volar con los goles de Iniesta, el Niño e incluso Llorente, si le dejan. Un gusto no excluye a lo otro, ni viceversa.
Y del gol viene el penalti y del juego el baby boom. Las victorias unen y del nexo a la alegría… surge otra generación, esperemos que no tan perdida. Ya cuentan que ganar el Mundial supuso un incremento de la natalidad, nueve meses después, del 45%, un “baby gol” en toda regla. Y, si de alegría se trata… ¿qué pasará tras este San Pedro? Con el calor y el alcohol me gusta todo de ti, pómulos, cuerpos, hasta axilas, coxis y omoplatos; en julio y agosto, nada impide y sí acelera acelera.

28.6.12

**Mi pis no huele**

Yo no digo que las fiestas borracheriles de San Pedro no tengan su gracia, ni se me ocurre protestar contra la idea de trasladar las peñas rurales a la capital zamorana, colorines varios, jarana baratita y la ciudad llena de ambiente. ¡Qué más! Nuestras Ferias y Fiestas han rejuvenecido, cierto, vivimos un renacimiento estival, con queso, vino, mojando pan y olé.
Amores, legañas, tardes, noches y otra vez mañana, bajando y subiendo pantalones, poniendo y quitando camisetas, mordiendo y abrochando manzanas por los rincones. ¡Nada cotidiano!
Pero hay una cosa clara, que hosteleros, vecinos de la Plaza Mayor y alrededores entenderán: ¡No estamos preparados para ser la ciudad del botellón! Primero: no hay contenedores para tantos plásticos, ni baños públicos suficientes para vaciar las vejigas espirituosas, rápidas, rápidas. Segundo: un día de colegas borrachos y gritones, vale: dos, aún te ríes; tres, piensas, estamos en fiestas, son jóvenes; si se suman cuatro días, te acuerdas de su familia y, al quinto, mejor que la alcaldesa no se aparezca o que no te multen los municipales, porque también surgirán varias familias entre tus recuerdos.
Si hay juerga, una lechuza siempre andará que se andará cerca, por lo del sonambulismo y cacería nocturna, que el cuello sencillo se roba fácil, aunque el sabroso es el que se oculta, entre las matas. Por pensar en recogerme no vienen mis quejas, pero sí creo que hemos trasladado tradiciones de otros lares de forma rápida y sin control, ya no hay stop: si mear en el campo no es más que un riego enriquecido, en las calles de piedra y monumentos varios, tu pis huele, corre y molesta y juntado con 4.000 y el calor… ¡Rico, rico! Si en los pueblos hay bodegas y locales que recorrer, para ir bebiendo, aquí no más se recorre un camino: de Santa Lucía al súper botellón frente al ayuntamiento ¡a que mola!
Recomiendo, para futuras ocasiones, que el macro súper botellón se realice cada día en una plaza, por eso de ir repartiendo, mal de muchos… consuelo de todos.
Mas si vemos que la cosa no funciona, podemos vivir más de noche que de día, soñar más despiertos que dormidos, beber más, mucho más de lo que deberíamos y ¡qué vivan San Pedro y las llaves de la Gobierna!

22.6.12

**Ñan, gru gru, plas**


Llega el verano y las mismas imágenes me saben a sal y sol: lechuzo guapo en una barquita, en pleno Mediterráneo, amarrando lentamente, sin hablar, sudor limpio, un todo blanco y azul. Olas y perfume, ni sé ni espero saber el nombre, pero ¡eso es verano! Ha llegado, por fin, y lo podemos sentir: en palomas, palomos, perdigones y algún que otro chapuzón. ¡Sálvese quien pueda! ñan, gru gru, plas.
Dicen que las mujeres en general, de las lechuzas no hay estudios, después de ser gratificadas en placeres, tienen querencia por buscar el consuelo de Morfeo. Vamos, que es darse un gustito y quedarse dormidas. Y yo tenía entendido que justo era al contrario: el lechuzo lo da todo y cae cual ceporro, como si fuera el último esfuerzo, como si hubiera terminado con todas sus existencias para el amor nocturno. Y el cielo es azul, azul verano, finalmente, y el sueño viene más rápido, pobre.
A pesar de estar explotados, de vivir aplastados por sus propios slip, estos señores durmientes no me dan pena, pero el humor estival me permite una bondad: ¡Bendito el que acompaña a Morfeo para nuevas fuerzas; bendito el que confiesa al dios del sueño el último disfrute y sus quereres; bendito el que agarra la almohada por no apretarte de más, bendito el que calla, pero piensa; bendito el que ronca porque le sale la sonrisa en respiros profundos! ¡Bendita yo, que también duermo!
Volviendo a los calzones, ¿apretados o ligeros? ¿estranguladores o liberadores? Los hay que pretenden que sus pesados recipientes caminen juntitos y conozco lechuzos que prefieren ir señalando a los lados, siempre desatados. Yo solo os cuento: a más apreturas... menos movilidad reproductiva. ¡Cuidadito!
Lechucillas, verano, veranito, libertad y pieles mojadas...

14.6.12

**Arena en polvo y playas exóticas**

De tantas cosas que me quedan por aprender, las plumas se me estiran, hacia fuera y, cuando hay suerte, las cosquillas se me meten por dentro, en lo que voy interiorizando nuevos conocimientos.
Y no es una condena preguntarse por todo lo exótico que desconocemos, sin intentar cambiar nombres, países, ciudades u lechuzos, bueno, tal vez, quizá, hombres sí. Todo lo que quiere una lechuza es llegar a la sabiduría a través de la práctica de pieles, las caricias, los caprichos de cuerpos y algunos granitos de arena, que no sé por qué me saben a fuegos diferentes. ¿Arena? sí, es todo lo exótico que me cabe en esta provincia, arena de Sanabria, granos de Duero, Tera, Esla...

¿Dejará huella la arena? ¿Marcará diferente la blanca, negra de paraíso o de terruño molido? ¿Vale la pena probarlo? Tantas preguntas demuestran las ganas de otras voces y otras espumas. Las costumbres nos atan, nos enjaulan entre amores de comodidad y, sin tormentas,... poco movimiento, o, al menos, poco bueno. Nos movemos según hemos vivido, amamos según creemos que debemos amar, tal y como leemos, entendemos, pensamos, nos enamoramos e, incluso, lo que hemos sentido nos señala el miedo que estamos dispuestos a soportar. Unos se paran, otros tenemos ganas de ver más...
Ya que todos podemos ser payasos en algún momento, intento avanzar sin pensarlo y me sé algunos colores con los que tengo ganas de pintar mi cara. Paleta en rojo, pinceles en negro chocolate para amar y pensar en modo exótico. Beso penetrante, éxtasis a dos manos, kung-fu, contraer, distraer con contornos circulares, relajar y lo mejor, lo más llamativo que me queda por leer en “otros lados”: la ola de la felicidad. Arena, agua que viene y va, salitres, tanto mar y tan pocos días.

8.6.12

**La tentación vive arriba, abajo y a un lado**


No es que yo venga a dudar aquí de la fidelidad de los hombres lechuciles, es más, no tengo ninguna duda. Convencida estoy de que eso de pensar con parte cierta les hace cruzar las piernas y las ganas por no aplastar a más de una contra la pared y escalar desde su boca, y no encalados de inocencia o ignorancia, precisamente. Hoy me pregunto y os pregunto por qué no son capaces de ser felices con lo que tienen y siempre andan al acecho de faldas hendidas por la mitad.
Me dirán, ellos tan ocurrentes, que entre las de mi plumaje ocurre lo mismo: acabamos con los más cuitaicos, pero solo nos entregamos, estúpidamente, por ser más precisas, a otro, al que menos nos atiende, nos mima o mira y yo no veo eso cierto del todo, pasada la etapa hormonal adolescente, que pocas hemos superado sin cuernos y sí con algún que otro lametón de humildad, las lechuzas tendemos a enamorarnos y a olvidar a todo pomposo que se nos cruce, porque solo uno es mi hombre. ¡Desgraciadicas!
Algunos lechuzos, sin embargo, me han jurado y prometido que aman profundamente a la dueña de su mano, amarrados bien por si se pierden, sin desaprovechar la ocasión de que una, que mucho escucha, observe cómo aprovechan cualquier giro para morder mi oreja o el lóbulo de esa vecinita tentadora, una drácula, embaucadora o, simplemente, de una de esas que tanto sabe que sabe demasiado como para novia o esposa (con perdón de las simples, a las que admiro).
La cosa está, que me voy liando, en si ellos aprovechan el tirón de lo que se viene llamando “instinto de pelotas” o no son más que unos "getas," tal que hombres de la Dacia, consentidos por unas y unas: madres, amigas, liantas, novias y fijas…

31.5.12

**Es tonto, pero tiene buen culo**


Lo lamento, hoy estoy de primavera y no me sale hablar de amor puro, el calor me derrite el seso y piensan más mis ojos o mis manos que lo que viene a llamarse corazón.
Como ángeles se nos cruzan, muy de vez en cuando, ese tipo de lechuzos que nos animan a admirar eso que solo se mira, ay, y su fiebre nos hace mordernos los labios, así, sin darnos cuenta. Y hace ilusión, oiga, esos amores que se entienden por lógicos, como subidas hormonales sin más, como reclamos de brisas de azúcar, de caña, remolacha o café con hielo, todo para darnos algo fresquito y mineral para beber, todo sin alma, tranquilas.
Aventuritas, sin más, porque el chico está guapo, bueno, macizo, ya tú sabes y, si la vida te lo puso en el camino... la culpa, a ella, que tú de penas ya no quieres saber.
Pero, sí, las ilusiones, por muy ardientes que se nos muestren, tienen sus pequeños inconvenientes. Nadie pidió conexiones más allá, porque todo lo que quieres va de más pa’ca. Unas poquitas de mariposas, un poquito de ruido bien batido y mucho pa’ca... Y llegan las palabras.
La máquina tiende a seguir rodando y un día el lechucillo, confundido, decide abrir la boca para algo más. Lo imaginabas: ¡mejor no hables!
Antes, lo tenías y lo necesitabas, ahora ves que te dio todo lo que te podía dar, y ya. Se va la conexión, los lazos físicos, la piel no vale y nada le quieres dar. ¿Se rompió, tal vez de tanto usarlo? Evidente, obvio, claro: se rompió de solo usarlo sin dejar un trozo a otro tipo de alimentos. Antes de mirar... nos tocará conseguir que nos dirijan unas palabras, como si fuéramos respetables.
Y yo lo intento, pero el efecto que me causan ciertas locuras hacen que la historia se repita, más aún en primavera, y sí, ya os lo digo siempre, lechucillas: es tonto, pero tiene buen culo. Mañana, que será otro día, ya diré que no, ¿no?

24.5.12

¿Qué hacer con un novio coñazo?

Si te toca, mejor que sea bien, uno de esos arrimados oficiales, la cruz que arrastrarás en tu día a día te dejará llagas sangrantes, en pies, manos y no te digo nada del aguante. Pero, ahhh, tú eliges, tú te lo quedas para que no ande rotando, que no está la cosa para que tu capullo se pierda buscando espinas entre otras mejillas. ¡Todo entero para ti, apúntame su nombre!
Ponte en plan Cristo Redentor, Corcovado, abierta de brazos e ideas, disfruta bien armada y déjale a él cargando a cuestas su cruz. ¡Qué cabeza dura! Mi amor, churri, princesa o “eh, tú”, qué es hora, no hables tanto, no te pares con ese, no mires, no salgas, no compres, uf, mira el reloj, vámonos, ponte falda o pantalón, cuál es la raíz cuadrada de uno mismo. ¡Dónde está la epidural para solteras!
Y el caso es que no lo vemos venir y, luego, ya es tarde y lo quieres, ¡la hemos liado!
No sé vosotras, pero yo aún no he obtenido la fórmula exacta que te ayude a dejar de querer a quien no te quiere bien o, al menos, no te sabe querer. Pasado un tiempo, salido el ogro, no hay sonrisas, ni caras bonitas, ni anhelos y estamos con un hombre nuevo que, fijo, no ha sido un regalo de ningún cielo. ¡Y lo que nos gusta un ser salido del infierno y una buena mortificación!
Pero, no os preocupéis, próximos novios coñazo, en el fondo, los hombres nos gustáis así, de uno y otro lado, de arriba y abajo, venidos por la izquierda, cuclillas o a cuatro patas, lobito feroz. Esta vida es una guerra, más en el amor, y los soldados coñazo, parece ser, tienen la suerte de salir victoriosos...
Decidme, lechucillas, yo que ni extraño y apenas caté el sabor de un plasta en condiciones, ¿qué tienen que nos ganan esos que son poderosos por no dar ni arriesgar nada?

17.5.12

**El matrimonio, el fin**


Estamos aquí reunidas, queridas lechuzas, para decidir si el matrimonio es el fin del amor o la finalidad de una pareja. A poco que uno tenga vista, notará que las alianzas maritales solo me valen para compartir con amigos sus días felices, tal vez últimos, y, más aún, para recordar por qué me agobian las bodas. Pensadas para envidia de los novios: que se quedan sin disfrute diurno, del nocturno poco; que recuerdan por fotos, puro nervios; sin la tarta, sin chocolate con tanto paseo mesil; poses, giro y beso a lo natural; con padres y suegros compartiendo cubierto ¡yuju, subidón!, madrugón para la pelu, vestidos repolludos, besos, abrazos y parabienes de desconocidos y, por fin, viajecito, eso sí, eso sí, eso sí quiero. Bésame ahí, sí, úntame en miel, como si esposa fuera.
Mas empecemos por el principio, hermanas, pasando de la declaración, que ya no hay romántico que la cumpla, seguimos con preparativos y cursos, si eres cristiana, apostólica y romana o buscas créditos de libre elección; también les vale que te guste la escenografía de la iglesia, a tus padres, abuelos… y no te importe tomar sacramento aún siendo ateo.
No lo he vivido, pero, puestos a imaginar… Las clases os formarán y prepararán, por ser legos, no lelos, en cuestiones sexuales, diferencias entre hombre y mujer, la importancia de los hijos, católicos y libres, claro, la procreación y la valiosa mujer, tierra fértil; la vida en pareja, tener la casa curiosita y apañada, vas, porque luego sigue la liturgia, el rito y el amor, ese gran examen contra el olvido del amor.
Un proyecto en común, un tú con un yo, y suponemos que, si firmas, habrá comprensión, mirarás por el bien de los dos, su felicidad será la tuya y que sea lo que Dios mande, aunque yo suelo requerirle más a la vida. Si el yo de mañana lo desconozco, cómo prometerte que esa otra te querrá. Y, visto así, solo nos queda llorar en las bodas.

11.5.12

**Condenadas a repetir**


Nunca ha sido un castigo tener que comprobar una y otra vez un mismo producto, si la calidad acompaña, claro, y el chico está rico, la cosa nos sale a probaduras diarias.
Pero qué decir del bucle vital. ¿No habéis notado que tenemos tendencia a meternos por el mismo agujero de forma cansina y repetitiva? Estoy repasando mi lista privada y la pública y notoria, intentando descubrir el punto en común entre mis pasados amores… y el que más se repite me lo guardo para mí, que me deja en mal lugar. Tal es mi máxima: quien habla mal de un ex, habla mal de sí mismo (aunque nos lo ponen difícil, algunos).
Si me pongo a releer las listas ajenas, es curioso: algunas me repetís en nombres, ¿será por no confundir o que el sustantivo propio imprime carácter? Otras tenéis tendencia a querer buenos alimentos, cocinados y en crudo, a mordisco latiente. Me hace sonreír una de vosotras, por siempre acabar enredada con todo lo contrario de lo buscado: gomina, corbata y perfumes que empalagan. Luego tengo, que tengo de to, una que acierta: quiere hombres muy hombres y hombres muy hombres tiene, aunque alguno salga corriendo. Qué decir de la amiga de las flores y gemas preciosas, tal esto estudias, tal campo tienes y, entre cursos y seminarios, te salen tractores.
Algunas se me ponen exóticas y sacan el mejor rendimiento a lo que sabe a extranjero, morenito o europeo, del norte o del sur, pero con acento latino, ruso, dominicano… ¡Quién dijo miedo!También tengo una adoradora del producto raro y algo canalla, de estos que van de especiales, artistas únicos y altos que luego son malotes al uso. Y yo sigo intentando adivinar esa debilidad mía: fibrosos por deportes, indomables, con un toque a terruño propio, inteligentes y rebuscados, complicados y amantes de la mujer, así, como género conjunto, enseñantes, padrazos y niños, con canas, sin pelo, con mata y, venga, sí, algún que otro capullo, siempre en flor.


Nosotras, de lo bueno, lo mejor. No nos quejemos, ¡Nos pierden los lechuzos!

3.5.12

**Decir amigo**


Si nos metemos en el mundo de las relaciones, un espacio del que uno sale chutado a lo grande, eso de decir amigo... suena más a mono de irrealidad. ¿Se puede mantener la amistad tras la ruptura? ¿Te puedes tomar un par de vinos, contarle penas y amoríos a un ex? ¿Dirás bondades de su nueva barbie de supermercado?
El fusil se carga tras el adiós y cualquier pequeño roce puede desatar una bomba que no se autodestruirá sin un estallido de recuerdos, de vuelta a lo mismo, de celos de la propia y actual o de tristeza y olor a cuernos. Y, tal y como está la cosilla del fisco, políticos y dineros, mejor que nos expropien nuestros odios y nos dejen los vientres tranquilos.
¿Y esto sucede porque fuimos amigos?, ¿porque nos amamos?, ¿porque nos conocimos o porque lo oculto se nos aparece después de? Egoísmo puro, graciosa ceguera, maquinaria cerebral para evitar el sufrimiento de perder lo que creímos nuestro.
Y quien dice amante dice amigo, tal cual os lo cuento, no en el toqueteo, pero sí en la huida. Todos nos utilizamos, todos requerimos cariños y sacamos de cada uno lo que nos da vida, consuelo o calorcito... solo queda entender que algunos levantarán el vuelo antes y otros nunca nos dejarán. Y no es ni bueno ni malo, ni unos mejores o peores. Cada cual cumple su función: tú volarás por mi vida y será bueno; tú no solo pasarás, te quedarás entre mis rejas, y más te vale que seas bueno, porque tenemos que hablar de muchas cosas...
Mil veces conoceremos, espero, caritas y serranos, cuerpos y tallas, malos bichos y uno o dos amores, tres, cuatro, como mucho, seis compañeros de vida y muchos amigos, colegas, conocidos y ex, y será bueno. Pero, no nos engañemos, yo puedo ser tu amiga, corazón, porque soy sabia y madura (jajaja), pero hay tanto gilipollas fundador ahí fuera.

26.4.12

**Desarreglos en toda regla**

Siendo sufrida, como toda lechuza preciada, no puedo confiar en esos que nunca han sentido dolor, que no han tenido penas y solo señalan sus propias alegrías. No me fío, lo siento, de esos a quien la vida no osa curtir a fuerza de golpes y trompicones, tampoco de quien no es capaz de mal hablar de vez en cuando y menos de los que no aprecian un buen trago. ¡Me gustan los humanos defectuosos!
De amarguras, sentires y colores lejanos al marfil, entendemos las lechuzas: una vez al mes, martirio femenino, dolores y tristezas que pregonan la suerte de ser mujer. Todas premiadas con puñales atravesados en el vientre, ¡qué repiquen las campanas! Y serán esos pesares los que permiten que seamos capaces de sacarle partido al quejido, a que tu vientre se convulsione puntualmente, o no. Así salimos de la adolescencia, con la suerte de ser sensibles a ciertas cosas que los agraciados lechuzos no pueden apreciar.
Quién de nosotras no ha escuchado ante su propia cara eso de “los desarreglos son normales, cosas vuestras que tenéis que sufrir, mejor en silencio, sin molestar”, “si te vuelve a pasar: reposo absoluto”. ¡Viva la ciencia médica! En este caso como en pocos, se hace palpable, abofeteable y notorio lo bien que sabemos sufrir y lo poco que los flagelamos a ellos. Díganle a un señorito que se quede quieto porque no hay más remedio, díganle que una vez al mes le va a doler el alma desde dentro... Pronto habrían impulsado el estudio de sus entrañas y más rápido se sacarían pócimas que acabaran con sus desangradas debilidades, con sus anemias y su par de ovarios jipis.
Un cuchillo y una espada carmesí deberían sentir una vez, solo una, para que se tiraran de la cama y adorarán hasta nuestra sombra por esa “malasuerte” que nos da el “gusto” de la maternidad. ¡Un altar para las drogas, somníferos, antiinflamatorios y síndromes pre, que es lo único que pueden entender!

20.4.12

**Cartas a una lechuza**



El cartero siempre llama... una, dos, tres veces, y eso que nosotras no somos de repetir (¿o tal vez sí?, por mejorar, más que nada). Mil veces me dejaría llevar por esas pasiones de susurros, por Lana Turner, John Garfield, por el erotismo, el romanticismo, por la sabiduría de Neruda… tantas cosas perdidas y dichas con un solo nombre: “cartero”.
Y resulta curioso, no me lo podéis negar, que la evolución del amor vaya pareja al futuro de esta profesión que a mí me llama más en blanco y negro que en azul y amarillo canario, colores correos oficiales, pío pío. Hace unos días, alguien a quien quiero me recordaba la magia perdida del repartidor de cartas, postales y paquetes varios, con esas cuerdas irrompibles y sus letras a mano... Esos hombres que se negaban a manchar su oficio dejando sin correspondencia al correspondido de turno: "dime tan solo un nombre, yo lo entrego", porque se conocían vecinos, primos y noviazgos en ciernes. Así, todo lo intuían antes que nadie, ¡golfillos!
Ahora manda el ya, rápido, con WhatsApp, mensajes electrónicos, códigos postales… tan poco especial: aquí te pillo, aquí te mato. Según se pulsa el ratón, tecla o botón, casi uno se olvida de esperar y, mientras nadie te pide una respuesta, el buzón de casa vive de la propaganda y tú por nada desesperas.
La fiebre por besos, por palabras de pluma, por caderas de ficción y músculos solo para ti no resiste al día a día: nos gana el tiempo, porque no hay nadie que aguante, mantenga o persevere en curar penas con una atracción soñada e imaginada cada vez más, con golpes en el pecho con el paso de los días, ahí, doliendo de verás, en sentir y añorar ganas de todo.
No os ahorréis el acuse de recibo, hasta un adiós es mejor con una carta. Delante de un papel, uno se entrega o miente mejor, y queda mucho más bello ese "nunca se sabe", "no ha sido culpa tuya". Lechucilla, es así de fácil: tú le engañas, él te engaña y tan contentos con esa carta más bonita del mundo. 
Siempre las mejores líneas al amor, las más inspiradas, son las que se escriben en los últimos momentos, volcadas en ruinas, cuando no hay amantes, ni ángeles y solo se aparecen esos diablos que enloquecen a quien juró amarte un día.
No hay vinagre, lechucilla, para curar tus heridas, solo nuevos amores por venir, una mora, sabrosa y verde, con o sin firmas de "por siempre, tu amor". Motivos hay para una alegría, ¿de primavera?

12.4.12

**Y soy como el mes de abril**



Por eso de que nunca sabes si vengo o voy, caliento, mojo o enfrío. Si me hablas de futuro, igual me da subirme por las paredes que tirarme por el balcón; si me dejas demasiado libre… justo entiende mi boca el tomarse la justicia por su mano y te degüello a picotazos, por eso de que una llamada no cuesta tanto, mi pequeño. Y el caso es que las lechuzas de abril, tal que de marzo o primavera, solo pedimos palabras y un abrazo, de tarde en tarde, de vez en vez; cambien abrazo por achuchón, arremeje, uñas varias o veinte. Y la cosa parece simple así dicha, ¡ay!, mas por la mañana refresca, por la tarde calienta y en la noche llueve y si metes un pie en mi jaula… ¡zas! El riesgo está en saber qué clima nos afecta en ese justo momento o si nos quijotizan o nos vuelven Sancho tus palabras. ¿Locura, cordura o una mezcla de ambas?
No voy a ocultar que el término jaula me eriza las plumas, pero algo de razón tiene esa lechuza oscura que recita “Desayuno con diamantes”: lo queramos o no, no podemos escapar de unos barrotes que son propios porque los construye nuestra historia, no podemos escapar de las personas que nos atan y nos aman, no podemos… y huir de un mundo que nos enreda no es de razón. Por eso, acepto los líos, calentones y malos días, mis síndromes y tus miedos, le digo sí al fluir, a querer defectos, a reírlos si hace falta; sí al dormirse enfadados, sí a saber que estás cuando no estás, sí al ocupado, ausente, perdido o deportado, sí a los que entran y salen de mi vida, a los que dejan huella y a los que solo dejan piel. Le digo sí a esta mente que le da la vuelta a todo, que controlas y descontrola, con la que hoy dices no y mañana dices por qué no o es imposible. Me gusta el intentar, el evolucionar y el conocerse; me gusta verte y no tener que ponerte nombre, te llamaré solo “gato”. Y, aunque me cueste admitirlo, disfruto tanto con esos puñales endiablados de mujer como con esa parte masculina que me regaló la vida y que me hace no necesitar lo que algunos días necesito.
No soy fácil, es cierto, pero qué sencillos son los labios de chocolate en una fría madrugada de primavera, ummm. Tráeme negro, blanco, con leche… y deja que lo vayamos calentando por el camino.
Y aún te preguntas por qué a Sabina le robaron el mes de abril...

** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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