
El calor provoca una puñalada de energía apasionada, de esa que se transmite de un cuerpo a otro, de lechuza en lechuza, una fiebre que no se olvida y regresa, con sus maripositas de estío. ¡Ay, mamacita rica!
Su inflamación asesina obliga al diurno destape de lozanías, mientras sus cervecitas de terraza al anochecer hablan al derroche de deseos, al contacto, a la intimidad... Un sofoco que derrite beneméritos, bomberos, locales y hasta los más que interesantes nuevos uniformes de los policías nacionales.
Y es que el cuerpo hay que demostrarlo, y mostrarlo, así lo entendieron los dos jefes de la Policía de Tráfico rusa que han sido expulsados por sorprender a sus compañeras con un estríper masculino. El baile erótico fue celebrado por toda la comisaria, con el revoloteo evidente de las amigas de las placas, esposas y porras varias.
No sé el porqué de tanto escándalo, debería generalizarse dicha cortesía entre las empresas españolas, nosotras permitiremos granjeras lavatractores en las fiestas rurales, que las guarrillas chonis están en su salsa entre tanto barro, mientras nuestros jefes nos incentivan con semidesnudos de machotes atractivos, y de uniforme, que la clase es la clase, y donde esté un hombre con gancho refinado y destapado en su justa medida...
Perfecto para ahorrar calefacción en el apático invierno que, en verano, ya estamos bien provistas: las lechuzas revolotean más y gustan de escapar de sus nidos de colchones con fundas de plástico, a la espera del frío, y disfrutando de mareas, golfos y volúmenes tostados al sol.