
Pum, pum, pum, el corazón, punpunpun, con estos calores... no sabemos si se acelera o ralentiza ¿o sí? Un latido, pun, y otro, y sigue la música. Y es que el sol está encendido, y ni la sombra de la noche nos libra de las carnes sonrojadas.
Cantan Malú, Cómplices o entona, algo, la chunga de La Húngara, y tú solo ves puntitos a tu alrededor, parpadeas, y ahora los puntitos son uno, rojo, potente, de tela encarnada, y el caso es que el agua venía embotellada ¿o era coca cola light?
El amor, llámalo cómo quieras, es así, una mancha que nos ciega y nos deja una cara de percha que no hay quién oculte, por eso, los investigadores mexicanos se han puesto a estudiar las reacciones físicas y químicas que se producen en nuestro cuerpo, para, partiendo de ellas, averiguar la manera de frenar tanta euforia y estupidez gestual.
Los resultados sorprendieron por la cantidad de mecanismos que suben, bajan y revolotean en nuestro interior... ¡Viva la fiesta (y los peñistas)!
Antídoto contra la atracción: pues sí, agua fría, parece que con la famosa duchita o un bañito en la piscina solo tendremos que sufrir 3 ó 4 de esos procesos amorosos, nada que no podamos apagar mirando la barriguilla y el color blanco lechoso del vecino de enfrente.
Ya sabéis, mis queridas lechucitas, si queréis huir de los lechuzos y sus rarezas, dejaos de conversaciones “inocentes” y cachecitos en el culo, no os acerquéis a sitios secos y calentitos y procurad humedecer y refrescar vuestros cuerpos frecuentemente. Y a mí que me da que esto de la piscina, los refrescos y hielos y mi vecino en bañador, ay, oma; no nos va a proteger de la furia escarlata.
Me temo que lo iremos viendo...