
La niebla de las películas en blanco y negro, el romanticismo de las novelas de amor, las melodías de seducción… Todo nos ha conducido a creer que las relaciones de pareja y los hijos son imprescindibles en una vida plena, sobre todo en el caso de la mujer.
Da igual toda la basura que transparentan las parejas que sobreviven a nuestro alrededor, seguimos encaminándonos hacia esa luz que quema nuestros cerebros y nos hace olvidar quiénes somos. Unir es un verbo casi mágico, no seré yo la que reniegue de él, pero ¿deseamos realmente un compañero de viaje o seguimos creyendo que lo ideal es encontrar esa media naranja que nos complete y así formar un todo? Lo siento, pero a mí no me falta ninguna pieza, llegué bien rematadita de fábrica, aunque dejé un hueco en el embalaje, por si algún angelito desea engrasar mis tuercas corroídas.
Y, a pesar de todo, me puede la ternura, la fantasía y las patéticas mariposillas que agujerean mi cuerpo y manipulan a su antojo las muecas de mi cara. Mi quijotismo me confunde una y otra vez y sigo chocándome contra las aspas de unos molinos que ni muelen ni se transforman en bellos y bizarros gigantes. Y mis alas se aplastan contra sus muros, vacíos por mil excusas: infidelidad, tentaciones, alelos, trabajo, familia…
Ay, mis pobres lechuzos, a nosotras nos educan en la sumisión y en la paciencia, a vosotros os coartan vuestros deseos, os fuerzan a confiar en el engaño porque creéis que nosotras estamos partidas por la mitad y tenéis que elegir entre la apariencia y la verdad, cuerpo o mente, sexo o paternidad. Y por eso reinventáis el amor loco y el querer a dos mujeres a la vez: una apaga vuestras ansias de rebeldía, de charla y placer; la otra acompaña las noches de paseos y la continuidad de palomitas y versos.
No os ejercitan en la competencia, os adoctrinan para que trabajéis, para que seáis disciplinados y efectivos, y algunos jueguecitos se os empiezan a quedar muy grandes. Es una lástima, pero a mis lechucitas deberían ponerles un cartelito: peligro, provocamos adicción y matamos lentamente. Abstenerse niños, pues estamos curtidas y completitas.