
Una semana más, estamos con esto de las relaciones con aves, ratitas e insectos de todo tipo. Qué divertido es no comprender nada de nada. Mas, hoy, toca un poco de autocrítica. Ya que, con los calores del verano, resurge una especie de ave nocturna carroñera, y no hablo de esos señores de edad y olor a campo que se pasean por los locales deseando las plumas de jovencitas apetecibles, sino de esas rubias (perdón, chicas, no tengo yo la culpa de que el tinte tenga estos efectos) que se enchufan a las barras de los pubs requiriendo que algún camarero las recargue de energía. Podríamos hacer un estudio sobre cómo la luz artificial, un poco de músculo y poseer el poder de la copa gratis convierten a jovencitos y jovencitas en objeto de deseo. Daremos las gracias a los empresarios hosteleros y a su selección de modelos de la belleza zamorana.
Y el caso es que estos efebos representan la muerte del compromiso y, aún así, nuestras amigas de la putrefación pelean por los restos de estos cadáveres del amor para seguir viviendo con la ilusión de: “esta noche, voy a ser yo”. Mira que no aprendemos. Claro que, ya que estamos empeñadas en sufrir a algún lechuzo, que menos que sea digno de lucirse.
Ahora, digamos adiós al único de los lechucitos seducido por Cupido y apto para una boda de cuento de hadas. ¡Ñoñoooo, qué seas muy feliz!
Nosotras volaremos, con nuestras alas blanquecinas, buscando el calor del verano y los tatuajes infinitos, en los chiringuitos del sur. Un interesante vuelo de búsqueda e investigación.
Seguiremos contando.