7.3.10

**Juguetitos del amor**


Hay lechuzos que consiguen que, cada cierto tiempo, nos sintamos utilizadas como artilugios de plata, estriados, con forma de "u" o de conejito rosa, como si fuéramos muñequitos capaces de estrangular y hacer perdurar el vicio, algo por lo que, aunque no lo crean, no pierdo el sentido.

No es la lujuria lo que manda en mis manos, recuerden mi "angelical e inocente" espíritu de mujer; no crean que mi cerebro ha enloquecido por la cercana primavera o que me he embrutecido al respirar amor en esta apartada orilla de La Voz, ni bellos efebos ni divinos cuellos ni venéreas sustancias han guillotinado mi juicio; mis deseos van con mis lechuzas: por eso escribo por nuestra autoestima, por el autoerotismo, siempre buscando el querer... nos.

A ellos les dejo el sencillo uso y disfrute fálico, la amistad sin palabras, no pensar, olvidar besos, ignorar, no llorar, no aguardar amor. Para nosotras, elegancia, ilusión, belleza, pasión, lo inmortal e impasible y la generosidad de saber llorar después.

Ni recrimino vicios y no soy compañera de la virtud, pero reclamo que huyamos de los nombres conseguidos sin esfuerzo, que saquemos las ganas de vivir a pesar de las heridas, de autoconocerse, del dolor... Eso sí, mientras no nos emborrachemos con los sueños de otros, ¡viva los "autoplacenteros" juguetitos del amor!

**¡Adiós, Cordero, adiós!**


Pasado el Carnaval, las lechuzas nos pensamos que todo el mundo es engaño, pero del bueno... Así, nosotras nos dejamos abrasar por lechuzos con forma de lobo y que creemos con cabeza de cordero lechal.

Los instintos salvajes son sencillos: si huele a bestia... qué crees que será, ¿malogrará su vida demostrando su loco amor por ti? ¿guardará el puñal de esas garras que disfrutas de noche para acompañar con caricias los bollitos del desayuno?

No son apariencia esos ojos gallardos, la sonrisa diabólica y sus manos mezquinas, beso, labios, boca, carne, ñan, ¡y ya te comió! Y si consigues escapar, no te confíes, las embestidas lobunas son intermitentes; escondidos entre los árboles, en silencio, complejos por su ingenio ante el goce, románticos por su pasión y de dos en dos o más de tres.

Sus ataques son así: o desaparecen todos o ninguno. Tú despide, espanta, guarda tu llama de amor viva, pues, por mucho que diga tu razón: "¡Adiós, Cordero, adiós!", los falsos siempre regresan, y los lobos son lobos, insaciables en su uno por tres y... ¡tan felices con su cuento!

** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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