23.8.12

**¿Qué hacer con un hombre bueno?**

Todos sabemos la diferencia entre ser y estar y, en este caso, con el estar puedo, es decir, no hay lechuza que no sepa qué hacer con uno de esos lechuzos prototipo anuncio: se le admira, pasea y disfruta con mucho uso pero con cuidado de no romperlo o babarlo de más, por si encoge o estropea. La pena es que el caso no se da y muchas creemos que sus músculos sagrados son madurados para sacrificios en altares de canibalismo rico rico, lejanos, eso fijo.

Con un hombre en el buen sentido bueno, yo ya no sé… creo que me pondría nerviosa ante tan raro espécimen sereno. ¿Un hombre bueno? ¿aquí? Tiene que dar miedo tocarlos por su anormalidad y su extrañeza a mí me produce rechazo y tembleque. ¿Eso es un hombre? ¿Qué se sentirá al tocar uno de esos? ¿Será suave? ¿Será hijo de la mar?

Imagino que nosotras no nos adaptaríamos a convivir con una mayoría de hombres sinceros, de esos que te dan cariño porque lo sienten dentro y no solo fuera. Buenos porque están para acompañarte en las caídas y subidas y para hacerte las cosas sencillas sencillas. Esos que escuchan tus soliloquios. Buenos porque solo aman de una en una, porque dan justo lo que piden o incluso más, porque lo intentan, porque fracasan y les importa la solución, buenos porque les dolerán más tus lágrimas que su orgullo. Buenos porque no se conformarán con la fácil y lucharán por ti. Buenos porque no los necesitarás, están. Buenos porque distinguirán entre compañera y ama de cría. Buenos porque alimentan con pan y lecho. Buenos... hasta el último viaje.

Sí, definitivamente, no puedo hacerme a la idea.

** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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