Son estas pequeñas cosas del fútbol las que dan vidilla y
algo de ganas de tirilili a quien las tiene y al que no las tiene
habitualmente. ¡Tiempos de goles!
Es cierto que soy lechuza futbolera, de las de morderse las
uñas, la camiseta y a alguno de la Roja (los guapos, si llega el caso de
elegir) y en esto no busco razón, ni intelecto, aunque sí algún buen pase de
tarde en tarde y, para eso, no me negaréis que hace falta habilidad mental y
buenas piernas: y no hay más que pedir, pues las flaca nos conformamos con
mendrugos de pan que llenan mucho menos que un buen goleador.Luego las hay
listas que pasan del unicolor carmín a los colorines de hombres muy hombres.
¡Si tienes un armario ropero, qué se vea, qué se luzca, qué use flores, ya los
gritos chillones los pones tú a golpes de uñas!
Y no sé si es por la buena grupa que imaginamos con forma de
futbolista, pero esto del balón y los pies son el deporte de este país, por
dinero, por afición y por ser el único que vacía las calles. Cierto es que hay
quien no entiende que uno puede ser tonto y odiar este juego de merengues,
granates, azules y rojiblancos o puede ser listico, informado y pegado a la
tierra y volar con los goles de Iniesta, el Niño e incluso Llorente, si le
dejan. Un gusto no excluye a lo otro, ni viceversa.
Y del gol viene el penalti y del juego el baby boom. Las
victorias unen y del nexo a la alegría… surge otra generación, esperemos que no
tan perdida. Ya cuentan que ganar el Mundial supuso un incremento de la
natalidad, nueve meses después, del 45%, un “baby gol” en toda regla. Y, si de
alegría se trata… ¿qué pasará tras este San Pedro? Con el calor y el alcohol me
gusta todo de ti, pómulos, cuerpos, hasta axilas, coxis y omoplatos; en julio y
agosto, nada impide y sí acelera acelera.