Igual que las palabras cambian de sentido
según el orden, la entonación y el contesto, un pecho puede ser algo más que un
pecho o algo menos. No es lo mismo decirle a alguien ¿hoy no te has acordado de
mí? a ¡hoy no te has acordado de mí! (no me miréis así, tengo un lado mimoso) y
no es lo mismo la forma de un pecho cuando es adorado a cuando es vilipendiado
por guantes de látex o maquinitas venidas directas del infierno en su versión
congelada. ¡Me pueden las ganas de aplastar mis mejores carnes a golpe de
mamografía! He leído que muchas mujeres maduras, por lo tanto doctas en eso del
ser bien tocadas (o ya están tardando), están deseando que, además de enseñar a
pinchar, les enseñen a las enfermeras (señoritos haberlos los hay) a tratar a esas
esferas del apetito carnal convenientemente: no me sean ordeñadoras mecánicas, con
ternura, señoras, pasen la mañana tocando como quisieran ser tocadas.
Dobles vidas, palabras y reproches… todo
me lleva al tema ex. ¿Les podemos desear lo mejor y todo lo mejor? Vayamos por
partes y fases: primero, intensamente los amas, los odias o ignoras,
dependiendo de cómo y de quién venga el dejarse; luego intentas olvidar la
nueva soledad con unos y otros e incluso los defiendes ante atacantes
amistosos; seguidamente, te conviertes en su paño de lágrimas, paso previo
fundamental para que los aguante otra, pelucona rubia, generalmente, y con más
dientes que inteligencia, pero con mucho amor más para dar, amor del bueno, “a
pecho descubierto” (he de decir que esta pobre no tiene la culpa, fase sexta: aparece
tu parte noble y usas tu escudo para librar a la nancy de ser considerada
barbie de esquina), en la última viene lo mejor: compadecer a ese que ahora te
mira con envidia y se dejó los balones fuera y las pelotitas bien pegadas
dentro. Y, a todo esto, dónde queda la parte de la venganza… Uy, una que me
queda, mierda, aún no lo he superado o, tal vez, ¿creéis que sí?
Lo que nadie duda, ahora y siempre, es
que a un ex amor, amante o amigo, siempre, siempre, siempre, le deseas la
felicidad enterita para él, aunque fuera celoso, machista, te engañara con
media oficina o con una sola; fíjate el grado de bondad femenino, le deseas el bien, incluso si nunca supo tener lustrosas tus manzanas, melones o peras,
porque si él se ha ido, piénsalo, es porque tú quieres que se vaya,
preferiblemente lejos, que la liebre es juguetona y salta el gato.