1.3.12

**La doble vida de un pecho**


Igual que las palabras cambian de sentido según el orden, la entonación y el contesto, un pecho puede ser algo más que un pecho o algo menos. No es lo mismo decirle a alguien ¿hoy no te has acordado de mí? a ¡hoy no te has acordado de mí! (no me miréis así, tengo un lado mimoso) y no es lo mismo la forma de un pecho cuando es adorado a cuando es vilipendiado por guantes de látex o maquinitas venidas directas del infierno en su versión congelada. ¡Me pueden las ganas de aplastar mis mejores carnes a golpe de mamografía! He leído que muchas mujeres maduras, por lo tanto doctas en eso del ser bien tocadas (o ya están tardando), están deseando que, además de enseñar a pinchar, les enseñen a las enfermeras (señoritos haberlos los hay) a tratar a esas esferas del apetito carnal convenientemente: no me sean ordeñadoras mecánicas, con ternura, señoras, pasen la mañana tocando como quisieran ser tocadas.
Dobles vidas, palabras y reproches… todo me lleva al tema ex. ¿Les podemos desear lo mejor y todo lo mejor? Vayamos por partes y fases: primero, intensamente los amas, los odias o ignoras, dependiendo de cómo y de quién venga el dejarse; luego intentas olvidar la nueva soledad con unos y otros e incluso los defiendes ante atacantes amistosos; seguidamente, te conviertes en su paño de lágrimas, paso previo fundamental para que los aguante otra, pelucona rubia, generalmente, y con más dientes que inteligencia, pero con mucho amor más para dar, amor del bueno, “a pecho descubierto” (he de decir que esta pobre no tiene la culpa, fase sexta: aparece tu parte noble y usas tu escudo para librar a la nancy de ser considerada barbie de esquina), en la última viene lo mejor: compadecer a ese que ahora te mira con envidia y se dejó los balones fuera y las pelotitas bien pegadas dentro. Y, a todo esto, dónde queda la parte de la venganza… Uy, una que me queda, mierda, aún no lo he superado o, tal vez, ¿creéis que sí?
Lo que nadie duda, ahora y siempre, es que a un ex amor, amante o amigo, siempre, siempre, siempre, le deseas la felicidad enterita para él, aunque fuera celoso, machista, te engañara con media oficina o con una sola; fíjate el grado de bondad femenino, le deseas el bien, incluso si nunca supo tener lustrosas tus manzanas, melones o peras, porque si él se ha ido, piénsalo, es porque tú quieres que se vaya, preferiblemente lejos, que la liebre es juguetona y salta el gato.

** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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