29.11.08

**Cachivaches del amor**


Ya llegados los treinta, qué te queda, princesa: volver a soportar lo ya vivido, aguantar los nuevos embistes, que ni son nuevos ni empujan tanto como prometen… Ay, no. Bienvenida al mundo de los juguetitos; rosas, blancos, redondos o alargados, qué más da.
Sí, ellos conmueven cada uno de los resortes de tu cuerpo, pero no con lágrimas falsas; ellos te elevan a un clímax que nada tiene que ver con los vuelos nocturnos de los machitos de la noche; reactivan tu circulación sin necesidad de esperar y esperar ni un guiño, ni un hu-hu falso y repetitivo…
Vete pensando en el regalo del próximo año: ¿patito o conejito? Necesitamos tanto de tu felicidad que no nos pidas un lechuzo, amiga. Sí, son fáciles de conseguir, pero no los hacen recargables y, ya sabes, con la funda siempre se atascan y no merece la pena darles el golpecito de rigor, no siendo que no puedan ni reciclarse como artilugios usados y la siguiente se quede sin la cremita de su amor, ja.
Déjate seducir por tu mantita del amor, acurrúcate entre el suave tacto de su lana, cortéjala como solo tú sabes, derritiendo hasta al último ácaro que soporte, junto a tu elevado busto, los largos fríos de ese invierno, tan lejano y cercano, tan gélido y placentero. Y, si un día, reniegas de sus promesas y empiezas a creer solo en las tuyas, retiraremos nuestras alas y permitiremos tu blanco y flamante vuelo ilusionado, habiéndonos, ya legado, la dulce y elegante mirada, tu eterna confianza en el cortejo, en la delicadeza, en el aprecio a uno mismo, en el amor…

Nunca cambies.

** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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