9.11.09

**Los albertos y la Lechuza**


Parece mentira que Elena Cue sea campeona del tiro “al pichón”, pues pensó haber rematado a un buen pollo y se quedó con un marido que vuela, más bien, como paloma cagona, pasando el tiempo entre los tejados, sin ni siquiera jugo o sustancia, el condenado de Alberto, literalmente.
Para preso, mejor nos recreamos en el “malamadre” de Luis Tosar, analfabeto y asesino, pero de frente. Hay tantas cosas que percibir, aprovechar, usar... de una película como Celda 211. Y es que su calabozo, más que a grillete, me huele a alcoba, a nido en el que encerrarse con nuestro Alberto. Este sí que roba, sí, las entrañas, que es lo que nos tiembla a las lechuzas del gremio comunicativo desde que nos dejó, con “lagrimas de amor en la partida”. ¡Tan lindo, mi Ammann!
Normal, las lechuzas somos ligeras de palabras y no de plumas y no escapamos más allá de la provincia; así, llega él, con su belleza gris, por lo magnética, con esa mirada traviesa, entre infantil y cuchilla que atraviesa sensual. Un niño ideal, para achuchar y rasgar. Un hermoso lince argentino que el río arrebató de nuestra orilla. ¡Ay, dueño mío!
Él nos recuerda la falta de ejercicio en las alas y, ahora, tan abiertas, advertimos que comemos entre palomas y pichones, que ya, por conocidos, aburren.
Zamora, fortaleza que solo permite el vuelo corto, murallas que nos recluyen con los que se creen algo por lucir bien las camisas y no oler a cerrado. Nosotras, las lechuzas, en la búsqueda de una buena dicción, más bien soportamos a los gangosos borrachos del Duero, lenticos en reacciones pero rápidos en la perdida de urbanidad, respeto y delicadeza. Palomas divertidas y ridículas, con inteligencia de reptil y la experiencia del loro. ¡Ay, las palomas de Nicanor Parra!

** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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