
Perdonadme, mis lechucitas, pero hoy me voy a dar un homenaje personal. Cansada de responder una y otra vez sobre que es eso de una "mujer mujer", os daré una representación de lo más gráfica: es lo que Hugh Jackman significa dentro del mundo de los lechuzos: un hombre que lo tiene todo, todo, todo; capaz de parecer tierno y valiente, romántico y, a la vez, adiestrado conquistador; un hombre hombre, con cuerpo escultural y músculos de los de toda la vida, un tarzán moderno con mucha tela. Ay, quién fuera una malvada supermujer para que me clavara sus cuchillas de titanio. Su defecto: el matrimonio ¡es que, para colmo, es fiel! Ummmm.
Lo único que diferencia su perfección de la nuestra es que la suya es pura actuación, quimera, al fin y al cabo. No, mis preciosas princesitas, no esperéis un machote semejante; el Cielo no se esconde en la Tierra. Por eso, yo os recomiendo que sigáis escarbando entre los lozanos deshechos del infierno, si no los dejas enfriar, a veces, consumirse entre sus brasas resulta de lo más sabroso.
Preocupada por esta blandita admiración por un cachitas de pelo en pecho, voy a seguir la recomendación de una lechucita de vuelo ágil y respuestas picantonas (un tierno bollito, escondido en la oscuridad de bodegas fingidas), y pensaré que, dónde los demás ven parejas acarameladas y corazones con un solo latir, en realidad, hay infidelidad, aburrimiento, monotonía... Y, aunque el lechuzo yeyé se empeñe en repetir que ellos son capaces de enamorarse y que todo depende del momento, la edad, la situación... a mí, qué me lo demuestren, que creo que ya va siendo hora y no sé por cuánto tiempo mis adorables musculitos mantendrán su firmeza.
Por cierto, sigo admirando a las mujeres que ocurra lo que ocurra, les hiera quien les hiera, siguen siendo señoras señoras y prefieren respetar el silencio a lloriquear y falsear su condición parasitaria.
¡Viva la paja del sombrero, la playa, la arena y, si me pongo, hasta la medusas! Madre, madre, madre.