
Muchas son las partes de nuestro cuerpo que han perdido o que nunca tuvieron ninguna función, y no sean malvadas, mis queridas lechuzas, no me refiero a la cavidad intracraneal de algunos hombres. Estoy pensando en las muelas del juicio, el apéndice, el coxis... (bonito nombre). Y qué me dicen de las glándulas mamarias en nuestros lechuzos; votaremos a favor de que Hugh Jackman enseñe, regale, socorra con sus turgentes relieves a todas las pobres lechuzas hambrientas de lactancia y primavera, mas, ¿qué utilidad tienen en el resto?
Parece poco probable que, en algún momento, nuestros machotes se dedicaran a amamantar a sus crías, no los veo dejando la partida a medias porque al niño le ha llegado la hora de la
merienda, “sí, hombre, con la real”.
merienda, “sí, hombre, con la real”.
Sin embargo, parece claro que todos comenzamos siendo mujeres en el vientre materno y que los pezones se forman antes de la diferenciación sexual y, ya puestos ahí, lógico que se mantengan sus nervios y vasos sanguíneos, por lo del gustito, más que nada. Ya bastante traumático
tiene que ser pasar de mujer a hombre, que si de lo malo a lo bueno es placentero, de lo bueno a lo malo...
tiene que ser pasar de mujer a hombre, que si de lo malo a lo bueno es placentero, de lo bueno a lo malo...
Lo que no llego a comprender es la razón de que nuestros amigos perdieran un miembro tan aprovechable como la cola, si mantienen, algunos de ellos, el olor, el instinto y las manos de los monos. Para prueba, el segundo piso del Ópera un sábado cualquiera.
“¡Dúchate, que sale económico!”