15.12.11

**Átame o saldré corriendo**




Si un hombre huye cuando o durante surge el roce, el arremeje o algo de amor… puede que sea un cobarde o que sufra algún mal de esos que gustan silenciar y tema no cumplir con otro cuerpo. Así no hay llama ni alegrías ni fracasos.

Para la mujer, es más el temblor de piernillas el que gana a las que corren, a no ser que escapemos del típico admirador pesado, Maroto el de la moto, que no habla, pero tampoco deja que sus ojos callen. Nuestro lenguaje corporal, como cualquier otra forma de hacernos entender, es evidente: si mis pies te señalan, si mis senos afirman las marcas de mis manos o doy la vuelta y escapo… ahí están mis quereres. ¡Qué miedito!

Pudieran pensar, quienes me lean, que hablamos de amores de adolescencia, ¡nada más lejos! Cuando una lechuza tiene que disimular sus nervios o escalofríos de color carmín, suele ser una herencia de desafectos pasados, masculinos y propios. Escapamos de mentiras, de daños y engaños, por lo que salir corriendo, literal y metafóricamente, solo se frena cuando un lechuzo, pin, pan, porrompompón, consigue atarte, taparte las salidas de emergencia y apaga la luz; aunque hay casos en los que la cosa se complica si, además, tiene el pobre que callar ciertos picos de oro o conseguir que no te golpees con los cabeceros de esta nueva esclavitud. Cuántas formas de comunicar y qué diferentes.

Bien sabido es que los hombres usan más su parte izquierda, la de la lógica racional; nosotras, por unir, unimos nuestros hemisferios y conectamos y requeteconectamos con sentimientos, emociones, intuiciones que expresamos entre la piel y la velocidad de los pies.

Intentaremos que los zapatos, al menos, señalen siempre hacia el frente, por lo que vendrá. Siempre y cuando sea mejor.

** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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