24.11.09

**Mi mundo y yo**


No es que me haya dado un ataque de yoísmo, mi apoplejía cerebral aún no ha afectado a mis extremidades más inferiores (llámense mano derecha y lengua), pero hoy no dejo de pensar, rara avis, y nunca mejor usado eso del ‘ave extraña’, en esos cuervos del mal agüero, fétidos de tanto clamar sin el desodorante de lo negativo. No, lechuzos, no, vuestra opinión no es palabra omnipotente.
Ni un minuto se logran despojar del estrés de tanta ausencia de amor, querencias y arrejuntamientos, todo se amontona en su sublime cabeza y el empuje, falto de la adecuada fluidez, sale por la boca, cual dura cuchilla. Y mientras nosotras procuramos no expandir nuestra bien conocida fina crueldad, ellos pretenden infectar con su hielo, contagiar con su virus A, hijo del ansia y de las buenas carnes del cerdo. Mal, amigo, mal.
La niebla es fría y moja, los lechuzos son cansinos, complicados o desviados; la inteligencia emocional no se hizo en masculino, los patrones pierden nuestra inversión intelectual al ritmo de su autoridad monetaria, la ternura sucumbe ante los músculos,...
Sí, hombre, sí, es complicado el mundo real, pero es nuestro y hasta la niebla tiene recovecos de belleza, rincones de opaca blancura, con motores elegantes y calles sin testigos.
Hay momentos en los que es imprescindible preguntarse por las inversiones a largo plazo, esas que necesitan más atención, mayor compromiso y regalan agujetas de insomnio.
¿Contenerse y perder? ¿financiar y pagar por un presente y futuro mejor? Es lo que tiene quedarse sin coche, notas su ausencia, pero no envidias a los que, pudiendo apreciar un buen equipamiento, se paran a echar gasolina sin tener dinero para arreglar la tapa del delco.

** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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