
Me han desbaratado el mundo, lo no novedoso es que el culpable es un bicho, que entre los bichos y las bichas no hay lechuza que escape al jaleo. Y podía ser una luciérnaga, preciosa “vagalume”, que haría más bellas y sabrosas mis noches, a pesar de su perversidad, pues los machos solo brillan cuando son molestados y ese es un arte lechucil que dominamos y sometemos; virtud curiosa y lisonjera la de estos ojos curtidos de mucha noche.
Mas no, el insecto es un palo y no hay puntito de la i ni Perico que lo solucione, imagínense: un millón de años de pura asexualidad y siguen por ahí, viviendo, comiendo y muriendo sin más. Esto no lo supera ni el más cándido de nuestros lechucillos, que, aún perdidas las buenas costumbres carnales, ve en el verano tiempo propio de ayuntamientos y holganzas apasionadas.
Volvamos al palote, de Timema es la especie que se clona y en la que las hembras no se libran de poner huevos a imagen y semejanza de los anteriores. Hechas para sufrir puestas y aguantar sin sexo al mismo macho, una y otra vez, como hijo, padre, abuelo y compañero… Señores, definitivamente, hemos encontrado el infierno femenino en la Tierra, pero sin cuernos ni fuego ni instrumentos raros ni na. Eso sí, todos bien erguidos y duritos, sin vicios y con vírgenes parturientas. El jardín de las Delicias por dónde dicen que queda, con sus dulces riberas, frutitas lascivas y pajaritos cachondos.
Quién no se ha topado con un palo, un bicho o un clon…