
El próximo domingo 5 de abril se celebra, en muchos países de América latina, el llamado “Día de la novia”. Y es que nuestros hermanos del otro lado, que son muy formales y algo antiguos, la verdad, glorifican a las “novias” oficiales, a esas del compromiso, petición de mano, declaraciones y boda. Y yo creo que podíamos traernos, cual chocolate, esta tradición tan cursi y trasnochada, pues entiendo que, tal y como van las cosas, en unos años, cualquier lechucita en la que no surja urticaria ante la palabra “boda” será declarada bien de interés público. Por supuesto, estamos copiando todas las esencias inherentes a nuestros lechuzos: hablar bien, no fumar, nada de alcohol y el apego al compromiso.
Por ahora, sobreviven algunas de esas románticas, de esas que se ilusionan con un buen marido, que de novios, ya se sabe... no hay ni uno bueno. Y yo las admiro tanto, que no hay regalo que las pueda compensar por tanta paciencia, por tanto orgullo, por tanto saber callar... Vamos a celebrar este día, pero el regalo, de amigas a novias, que tendremos que compensarlas de lo poco que las libramos y lo mucho que nos dan.
Las lechucitas voladoras somos las que huimos, “lo que quea”, las de viajes, compras, amigos y fiestas, las tías... Y no se crean, no somos malas chicas, pues nosotras sí que sabemos callar, por qué si no... que sería de las novias y su pretendida ceguera. ¡Ánimo, amigas!