19.9.08

**La semilla de un lechuzo tarambana**


Machado, el gran Antonio, cantó a un futuro esperanzador, soñaba con una juventud eterna, implacable y redentora, una que surgiera de un pasado de charanga y pandereta, pero... ¿dónde están los seres salvadores surgidos de los aturdidos lechuzos del pasado? Desde luego, entre los gallardos zamoranos, no encontramos nada nuevo o diferente, solo lechuzos que juegan a ser dioses, pero no se merecen el cielo y, más que calentar, enfrían. ¿A quién se lo tenemos que agradecer: a sus madres, a sus padres, a las novias pasadas? Ay, estamos ya muy mayores para tener que educar a nadie. Siempre las mismas preguntas, las mismas miradas antiseductoras, las mismas babas recurrentes... Inteligencias que retoman frases que renacen como ave Fénix. Y, a veces, caemos y probamos, es que huelen tan bien...
Y, entonces, llegan las madres, con sus “táper” y su amor incondicional, y nos recuerdan la única verdad: él es solo un niño, su niño. Y de su sombra maligna brotarán, una y otra vez, lechucitos besucones, adoradores de cabellos dorados y de ideas sencillas, mamarán de sus senos la dulzura del engaño.
Mis perfectas lechucitas prefieren quedarse yermas, vaciar sus entrañas, porque a los fecundadores nadie les enseñó a unir sexualidad y romance, porque muchos confunden tener las ideas claras con dejar insatisfechas las ilusiones femeninas. Pero, es que huelen tan bien...
Tendremos que enseñarles a planchar, a hacer la compra, a poner la lavadora, a cocinar a fuego lento y a expresar, ya vestidos, cuando aman de verdad, porque, a señalar su camino con rastros de perfume, ya les hemos adiestrado. ¿Nacerá de esta generación la semilla originaria del deseo? Ahora nos quedan los amigos, algo desorientados, pero veteranos de la verdad.

** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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