Soy ese vicio de tu piel, esa fiebre de tu sed, soy esa noche de placer… todas esas “pequeñas cosas” que trae el amor prohibido, el que no necesita papeles y hace del encuentro, el buen encuentro, su único fin. El mañana ya dirá…
Muchas somos las que añoramos esa fuerza del arrebato que no se contiene, del aquí y ahora eres mío, soy tuya, en un parque, en un lago, en un rincón o en casita bajo la manta del amor, pero la pena es que este tipo de carnalidad se alimenta del “aún no somos” y se agota con solo pensar en la eternidad.
Helada en pleno enero, esta lechuza que soy ha estado tentada a escribir sobre la burlona naturaleza que se ha empeñado en confundirnos a fuerza de voces varoniles poco fértiles, envidiosa ella de nuestros trotes libertinos. Los más rápidos caminan agudicos y tal es la voz de quienes más semillitas disponen para la caza del óvulo: a más chillona… más macho, dice un estudio. Esto es como un hombre que confiesa pronto su querer: a más rápido lo anuncia… menos confías. ¿Por qué será que nada es lo que parece?
Soy el pecado que te dio nueva ilusión en el amor… soy lo prohibido. Por eso, el tema que me ha ganado, lógico si pensamos que, entre la niebla, todos necesitamos arrimarnos a calores sin fin, es el de ese amor que publicitan los que creen en un más allá. Los cristianos hablamos de eternidad, más, por si… apostamos también por la alegre viudedad superada en compañía de otro. Los budistas, sin embargo, creen y viven su religión aquí pensando en allí. La boda de Chadil Deffy, de 29 años, con su novia, fallecida en un accidente de tráfico, es un ejemplo, aunque se mueva entre el esperpento y la belleza. Vestidos de novios, con fotografías del momento y con un beso, demostraron una fe en el amor que, tal vez, muchos ni comprendemos ni llegaremos a sentir: confianza infinita y seguridad en el otro, incluso si ya no está. Existen los besos de pensamiento, los amores que te colocan en tu camino y la ausencia de lágrimas. Dibujar el amor en un rostro, a pesar de la muerte. Lindo ¿no?
Mientras, nosotras, pájaros perdidos, seguiremos creciendo entre aventuras del placer, entre el castigo y tantos sueños de nombres y roncas voces tan terrenales. Prefiero los caminos a las fronteras, volar y no pedir que te quedes a mi lado, pero también envidio las ganas de lo eterno.