Si nos metemos en el
mundo de las relaciones, un espacio del que uno sale chutado a lo grande, eso
de decir amigo... suena más a mono de irrealidad. ¿Se puede mantener la amistad
tras la ruptura? ¿Te puedes tomar un par de vinos, contarle penas y amoríos a
un ex? ¿Dirás bondades de su nueva barbie de supermercado?
El fusil se carga tras el
adiós y cualquier pequeño roce puede desatar una bomba que no se autodestruirá
sin un estallido de recuerdos, de vuelta a lo mismo, de celos de la propia y
actual o de tristeza y olor a cuernos. Y, tal y como está la cosilla del fisco,
políticos y dineros, mejor que nos expropien nuestros odios y nos dejen los
vientres tranquilos.
¿Y esto sucede porque
fuimos amigos?, ¿porque nos amamos?, ¿porque nos conocimos o porque lo oculto
se nos aparece después de? Egoísmo puro, graciosa ceguera, maquinaria cerebral
para evitar el sufrimiento de perder lo que creímos nuestro.
Y quien dice amante dice
amigo, tal cual os lo cuento, no en el toqueteo, pero sí en la huida. Todos nos
utilizamos, todos requerimos cariños y sacamos de cada uno lo que nos da vida,
consuelo o calorcito... solo queda entender que algunos levantarán el vuelo
antes y otros nunca nos dejarán. Y no es ni bueno ni malo, ni unos mejores o
peores. Cada cual cumple su función: tú volarás por mi vida y será bueno; tú no
solo pasarás, te quedarás entre mis rejas, y más te vale que seas bueno, porque
tenemos que hablar de muchas cosas...
Mil veces conoceremos,
espero, caritas y serranos, cuerpos y tallas, malos bichos y uno o dos amores,
tres, cuatro, como mucho, seis compañeros de vida y muchos amigos, colegas,
conocidos y ex, y será bueno. Pero, no nos engañemos, yo puedo ser tu amiga,
corazón, porque soy sabia y madura (jajaja), pero hay tanto gilipollas fundador
ahí fuera.
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