Por eso de que nunca sabes si vengo o voy,
caliento, mojo o enfrío. Si me hablas de futuro, igual me da subirme por las
paredes que tirarme por el balcón; si me dejas demasiado libre… justo entiende
mi boca el tomarse la justicia por su mano y te degüello a picotazos, por eso
de que una llamada no cuesta tanto, mi pequeño. Y el caso es que las lechuzas
de abril, tal que de marzo o primavera, solo pedimos palabras y un abrazo, de
tarde en tarde, de vez en vez; cambien abrazo por achuchón, arremeje, uñas
varias o veinte. Y la cosa parece simple así dicha, ¡ay!, mas por la mañana
refresca, por la tarde calienta y en la noche llueve y si metes un pie en mi
jaula… ¡zas! El riesgo está en saber qué clima nos afecta en ese justo momento
o si nos quijotizan o nos vuelven Sancho tus palabras. ¿Locura, cordura o una
mezcla de ambas?
No voy a ocultar que el término jaula me eriza
las plumas, pero algo de razón tiene esa lechuza oscura que recita “Desayuno
con diamantes”: lo queramos o no, no podemos escapar de unos barrotes que son
propios porque los construye nuestra historia, no podemos escapar de las
personas que nos atan y nos aman, no podemos… y huir de un mundo que nos enreda
no es de razón. Por eso, acepto los líos, calentones y malos días, mis
síndromes y tus miedos, le digo sí al fluir, a querer defectos, a reírlos si
hace falta; sí al dormirse enfadados, sí a saber que estás cuando no estás, sí
al ocupado, ausente, perdido o deportado, sí a los que entran y salen de mi vida,
a los que dejan huella y a los que solo dejan piel. Le digo sí a esta mente que
le da la vuelta a todo, que controlas y descontrola, con la que hoy dices no y
mañana dices por qué no o es imposible. Me gusta el intentar, el evolucionar y
el conocerse; me gusta verte y no tener que ponerte nombre, te llamaré solo
“gato”. Y, aunque me cueste admitirlo, disfruto tanto con esos puñales
endiablados de mujer como con esa parte masculina que me regaló la vida y que
me hace no necesitar lo que algunos días necesito.
No soy fácil, es cierto, pero qué sencillos
son los labios de chocolate en una fría madrugada de primavera, ummm. Tráeme
negro, blanco, con leche… y deja que lo vayamos calentando por el camino.
Y aún te preguntas por qué a Sabina le robaron el mes de
abril...
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