Estamos aquí reunidas, queridas lechuzas,
para decidir si el matrimonio es el fin del amor o la finalidad de una pareja.
A poco que uno tenga vista, notará que las alianzas maritales solo me valen
para compartir con amigos sus días felices, tal vez últimos, y, más aún, para
recordar por qué me agobian las bodas. Pensadas para envidia de los novios: que
se quedan sin disfrute diurno, del nocturno poco; que recuerdan por fotos, puro
nervios; sin la tarta, sin chocolate con tanto paseo mesil; poses, giro y beso
a lo natural; con padres y suegros compartiendo cubierto ¡yuju, subidón!,
madrugón para la pelu, vestidos repolludos, besos, abrazos y parabienes de
desconocidos y, por fin, viajecito, eso sí, eso sí, eso sí quiero. Bésame ahí,
sí, úntame en miel, como si esposa fuera.
Mas empecemos por el principio, hermanas,
pasando de la declaración, que ya no hay romántico que la cumpla, seguimos con
preparativos y cursos, si eres cristiana, apostólica y romana o buscas créditos
de libre elección; también les vale que te guste la escenografía de la iglesia,
a tus padres, abuelos… y no te importe tomar sacramento aún siendo ateo.
No lo he vivido, pero, puestos a
imaginar… Las clases os formarán y prepararán, por ser legos, no lelos, en
cuestiones sexuales, diferencias entre hombre y mujer, la importancia de los
hijos, católicos y libres, claro, la procreación y la valiosa mujer, tierra
fértil; la vida en pareja, tener la casa curiosita y apañada, vas, porque luego
sigue la liturgia, el rito y el amor, ese gran examen contra el olvido del
amor.
Un proyecto en común, un tú con un yo, y
suponemos que, si firmas, habrá comprensión, mirarás por el bien de los dos, su
felicidad será la tuya y que sea lo que Dios mande, aunque yo suelo requerirle
más a la vida. Si el yo de mañana lo desconozco, cómo prometerte que esa otra
te querrá. Y, visto así, solo nos queda llorar en las bodas.
1 comentario:
Me han propuesto añadir un final: "solo nos queda llorar en las bodas y lucir cuerpazo". Ole, ole y ole.
Publicar un comentario