
Por ese gris en tu mirada, por los aromas a madera, el amarillo en tu aliento...
Será sensual la forma de agarrar un pitillo, será interesante la comisura de los labios de una mujer fatal, será... digan lo que digan, un vicio egoísta y desagradable, un gasto en el mal ajeno y propio al que las mujeres nos hemos asociado más incluso que a nuestras devotas labores.
Si destacamos entre tanto lechuzo por una poco común inteligencia, siempre que exceptuemos a las lechucillas de bolso codero estilo Tamara, o sea Preysler; se escapa de mi razón, la que me queda, esta costumbre femenina de apropiarnos todo lo que los grandes imperios de machotes adaptan para nosotras: si el tabaco era negro y se mascaba... que se lo traguen ellos, ni rubio ni camellos ni dromedarios, que mis dientes me gustan blancos y mi pelo más dorado que ceniza.
Sí, fumando aparentas dureza y te rodea una pestilente superioridad, mas es tan caro y poco duradero el disimulo.
Yo de mis tacones ya no puedo renegar, pero mi estupidez no es pegajosa y es tan bella...
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