
Sí, está el tercero, pero no se me adelanten, que no me iba yo tan lejos, a pesar de que quien me conoce bien sabe que soy de pirrarme por los quintos, ¡tan buena cima! Esta semana me he vuelto vulgar, pasando de lechuza a gorrioncilla común, pues vamos a contar dedos...
No me sean de mente oscura, o solo un poco, que los dedos que ganan, solo mis palabras, son los masculinos (¿esto lo mejora?). Señores lechuzos, yo tiro al monte y en el campo... el tamaño importa, algo, por eso los veo mirándose las manos, los dedos segundo y cuarto, pues su ratio, que linda palabra, es el único fiable para intuir el tamaño del miembro más viril de los masculinos, que bien sabido es que el femenino es más de cabeza, aún. Nuestro punto “climático” se esconde bien arriba, donde hay más que alegría.
Los sabios científicos medidores de dedos y penes han observado, constatado, comprobado y regalado al mundo que una alta concentración de testosterona conlleva que los dos deditos se asemejen, con lo que el feto de urgente actividad testicular y dedos de igual tamaño también lo usa todo largo y erguido.
El único problema del estudio es que todo esto se comprobó con participantes de raza asiática, que ya sabemos que son chiquitines y más secos, pero pensemos que el cachondo latino no se alejará de esos seres humanos de Oriente y querrá ganarles tanto en dedos como en estatura.
Anular, índice, tamaño del pie, del pene... este es un lío de narices (votamos por las grandes), ¿cambio abanico por metro o empiezo a medir dedos? Me quedaré con mi palma, que tanta trucha ha medido y es más salvaje.
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