
Tenemos para todos y todo, italianos, españoles, latinos varios… y lo cierto es que no hay camino que no nos conduzca a Roma, pero a la de Nerón, con fuego incluido. Lástima de los artificiales, que el artificio está entristeciendo las pocas alegrías que algunas se dan. Van y dicen que son tóxicos esos amigos que agitan las noches femeninas, ¡hombre, ya! Lo siento por las que palpitan por las ondulaciones no emocionales, no los iban a fabricar perfectos en un mundo de defectuosos y lechuzos raritos.
Otros a los que decir adiós, ay, olvídate, amiga, de esos amores de novela mudos, desnudos, de palabras, de sentidos, de tacto y de gomas varias. Por lo menos, el cuero, pendientes y las tachuelas no engañan, duelen porque duelen y tienen que doler… pero los que van de blanditos y terminan por ser chulitos no interesan, se quedan sin batería a la menor.
Lo que nos puede ayudar de los que hipnotizan con ternuras es que son una pena debajo del traje de romano, qué lástima de piernicas, qué pena, y lo dice una lechuza de más pechuga que patas… pero bien formada y sin hacer sufrir.
Poco a poco, y así de veras, las lechuzas se hacen fuertes, sobreviviendo a venenos, fuleros de pacotilla y a corazones que ni comprenden ni bailan al ritmo. Somos una raza de latinas formidables que se encuentran mejor hoy que nunca y buscan caminos. Qué se preparen los romanos, esta invasión va a ser bárbara y no hay rezos que los salven de caer en nuestro mundo al revés. ¡Qué voy a contarte, olvida a quien ni tú conoces!
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