5.5.11

**¡Qué te quiten lo bailao!**



Mala, pésima, de vergüenza la canción que nos representa en Eurovisión, ¡ay, madrecita!, menos mal que nos envidian por eso del fútbol y que siempre nos quedarán Nadal y Contador, porque, con estos barros… pasamos de cuna a pozo de la literatura.

Pero, aunque ni la letra ni la música en cuestión consigan ni un recuerdo de lodo, eso de que “me quiten lo bailado” sí forma parte de la historia de esta que vuela y escribe y de tantas y tantas lechucillas, migratorias y de nidos románicos. Hay tantas cosas que merecen la pena del pasado: lentas, eternas, rápidas y tan fugaces que no dan ocasión para el arrepentimiento, y quién te ha dicho que fueran malas por no durar, porque te cansaras de su poca labia o porque él no pasara el control de calidad… Si aún sonríes, te sofocas o imaginas una buena repetición… ¡qué te quiten lo bailao!

Lo único que nos machaca los buenos olvidos es la fe, creer en cosas que no entendemos o que no conseguimos por demasiada razón o “sinrazones”. Luego vienen las fiebres primaverales y los desmayos del otoño, que el frío es muy malo para el que sabe qué querer es el que quiere. Mas ahora, que aún son más los daños que los años (sin arrugas ni marcas de expresión), todavía podemos ser curadas de las cargas sufridas y por sufrir, descongeladas a lametazo limpio, compensadas, porque el dragón que remedie estas heridas, buen lamedor será.

Duales, perdidas, arriesgadas, de boca espabilada y engañosa, no olvidéis que la química solo necesita un tiempo, una espera silenciosa y reposo: 1, 2, 3… y explota, tiembla y palpita con surrealismo abdominal. ¿Y, ahora, qué?

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** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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