12.5.11

**El pichurri, la esponja y un baño**




Ciertos lechuzos, tan sencillos y primarios, aún no le han visto los encantos a los baños, huyen de mirar por debajo de sus faldas de falsos techos, ¿qué es eso de ocultar la realidad entre halógenos y alicatados? ¡Con lo fresco que está pichurri al aire!

Así, al liberarse mojando una ciudad plena de oro líquido, se han adelantado a la filosofía de las lechuzas más aventajadas: no hay trabajos, amores ni problemas varios que nos empujen contra esos cuartos de la luz para ocultar lo que somos. ¡Quién quiera algo, que salga a la oscuridad! Focos, espejos y azulejos más guarros que ellos, no, no, no; ya nos vemos en casa limpicos, que la suciedad nos quita el sentido del tacto y pocos lechuzos se lavan sus mentiras tras ir a mear: y no dejan de sorprendernos…

Y es que es mucha la importancia de ese excusado terrenal: cerrado a lo de fuera, sin ventanas, o pocas, perfecto para ocultar tantas cosas… Muchas dejan allí sus penas, sacando dientes y limpiando sudores para conseguir que la soledad se olvide de todos esos trancos que nos autoimponemos. Otros eligen sus esquinas para dejarse llevar por eso que llaman amor o para olvidarse de que el suyo es “oficial” y va “pa’boda”; algunas prefieren esponjas de fresa con pilas para hablar entre cremas y ardores y luego están los que, de tan machos y de tanto quererse, los huyen y confunden la calle con la verdad e impulsan lo que son mezclado con su adorable orín, regalando perfumes de realidad masculina y nauseas diarias.

A más meones de calle, menos pichurris de interés…

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** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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