
Un García, López, Tejedor, de buen linaje y mejor cuna, con guion, preposición o de converso “arrepentido”. Hijo de Domingo, de Lope, Rodrigo y, con suerte, un Pero. Ellos cazaban, ganaban batallitas, dedicaban versos de caballeros andantes… Qué menos que reconocer su valor e inmortalizar sus nombres, oficios o procedencia. Mas hoy, que los lechuzos ya consideran arriesgado tan solo querer… están las cosas como para regalarles calvitos o dulcineas repitiendo su mismo abolengo. ¡Mi bicho es mío!
Pero como a Hispania ya no le quedan ni nombres, y no hablemos de hombres, a ver quién es la primípara que se atreve a discutir con su marido en plenos quejidos postepidural y a dejar al pobre cuitaico como a un calzonazos, sin dolores, cordón umbilical y sin linaje. ¡Locuras de feministas atolondradas!
No nos engañemos, lechucillas, de poco nos va a servir. O se aprueba por ley que sea primero el apellido materno o nos ponemos a parir sueltecitas y sin doncel, vía bancos, descuidos o desengaños. Mucha mujer de tronío, mucha dueña de su destino… y, a la hora de la verdad, no hay forma de cambiar la tradición: él fecunda, él decide. Aunque yo propongo que, en lugar del orden alfabético, que me veo a los Alonso dominando el mundo, se diriman las discusiones o por el sonido o al ¿pares o nones? No pares, tú nones.
“No digas mi nombre, Alejandro; no digas mi nombre, Fernando; no digas mi nombre, Roberto”. Un solo nombre es poco.
Pero como a Hispania ya no le quedan ni nombres, y no hablemos de hombres, a ver quién es la primípara que se atreve a discutir con su marido en plenos quejidos postepidural y a dejar al pobre cuitaico como a un calzonazos, sin dolores, cordón umbilical y sin linaje. ¡Locuras de feministas atolondradas!
No nos engañemos, lechucillas, de poco nos va a servir. O se aprueba por ley que sea primero el apellido materno o nos ponemos a parir sueltecitas y sin doncel, vía bancos, descuidos o desengaños. Mucha mujer de tronío, mucha dueña de su destino… y, a la hora de la verdad, no hay forma de cambiar la tradición: él fecunda, él decide. Aunque yo propongo que, en lugar del orden alfabético, que me veo a los Alonso dominando el mundo, se diriman las discusiones o por el sonido o al ¿pares o nones? No pares, tú nones.
“No digas mi nombre, Alejandro; no digas mi nombre, Fernando; no digas mi nombre, Roberto”. Un solo nombre es poco.
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