27.5.10

**Y acariciarte en la mañana**


Las noches lechuciles traen sorpresas, traen. Donde era negro, ahora es blanco o gris, ummm. Y ahí está la dificultad: encontrar el límite entre los colores, aficiones, la distancia exacta entre dos ciudades o el lazo entre dos nombres, el punto medio de la felicidad.

Nos guste o no, todo se rompe y es doloroso que las fotos recuerden ese pasado que ya nunca existió o que quienes no conoces te avivan. Y qué sería de una lechuza sin pasado: una paloma.

Pasar de cazado a cazador no tiene regreso y nosotras somos conscientes de unos ojos abiertos que no queremos perder. Y es cierto, todo está bien, en todas las situaciones puedes encontrar lo positivo; mas ya conocimos las ataduras autoimpuestas y, a pesar de que ya tenemos una edad de barriguitas, calvos y golfos echados a perder, ¿realmente la aparentamos? Hoy se nos cruza un amigo, de esos que te masajean el orgullo con ademanes lisonjeros, y nos parece soso por su sencillez expositiva: me gustas, quiero estar contigo, acariciarte, recomiéndame qué leer de madrugada. No, no, no; es tan evidente, aburrido, tan tremendamente sospechoso…

Luego tenemos la otra opción: toparse, chocarse, rozarse con inteligencias libres. Malo, malo, malo. A nosotras, qué no nos separen de nuestra ruta solitaria a ratos. Pero la tentación es tan bella, esas curvas de ballesta en nuestro camino… son giros que nos frenan de golpe y nos exigen drenar la tierra para allanarla, para llegar a la recta que no queremos y que nuestro instinto nos ha cosido dentro, junto al reloj que algunas paramos en los muñecos pelones de la niñez. Tic, tac, tic, tac, tic.

Yo me alegro de tu falta de artificio, domesticada paloma, de tu sencillez, de que siempre sea llano tu destino; tal vez en ti se halle mi fe, esa que perdí con la inocencia, la más ciega de todas, esa que llaman amor.

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** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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