
La primavera miente y, con sus engaños, nos nacen dentro las ganas de… amar, como una semilla maldita que alguien nos puso dentro y por mucho que lo intentemos ¡qué no se seca! Llegan el color, las mariposas y guiños e incluso alguno nos pone las orejas rojas, tanto que podríamos volar con su cazadora de héroe. ¡Arriba las manos y los pies!
Los gimnasios hacen su efecto: nada por aquí, todo por allá y cambiamos nuestra barriguita invernal por sus abdominales. ¡Ay, todo sea por el amor, o eso! Pero si esperas que sus flores den fruto, llegan las heladas traidoras y ¡zas!, el truco, y antes de que amanezca… el almendruco se cae, inmaduro, quemado por la falta de tiempo, por las precipitaciones y las rarezas tempranas. ¡A esperar al que más calienta!
Y es que todo es engaño, porque donde vemos dientes blancos, brillan alientos amarillos, donde encontramos sintonización, pillamos ‘El Larguero’; donde escuchamos la verdad, solo hay silencios repletos de “formas de convencerte” y ni es tan guapo ni te hace afortunada; muchos son así: ganadores venidos a menos, sombras de héroes. Maldita condena el aguante, pudiéndolos mandar para su casa.
Yo no quiero para vosotras ni capas ni salvavidas ni cantares de gesta al uso; os creo hechas para antihéroes, antipoetas de los que vienen de frente, esos que te advierten de la complicada simpleza de sus desmanes. No prometen felicidad, pero dan momentos, porque se saben galanes imperfectos, pececitos culpables de ironía con algunos toques de entendimiento. No pondréis camas separadas ni pijamas, darán frío y calor, se morirán por tu boca, tal vez canten, tal vez desafinen y, sobre todo, respirarán en tu ombligo a través del IPhone. ¡A chapotear, lechuzas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario