2.4.09

**Cuentos chinos**


Adoramos las camisas de rayas perfectas, los muebles sin mota de polvo, esa blancura... tan angelical. Y es así, palabra de nuestros ruiseñores, amén.
Por eso, ellos, tan atentos a nuestras más primarias necesidades, hacen un esfuerzo sobrehumano y nos ceden su parte de las tareas domésticas: 70%, nosotras; el resto... Ellos sí entienden lo que es el trabajo en equipo: yo me dejo cuidar, tú cuidas.
Y es sencillo, son labores femeninas, con su imborrable letra “a”: limpiar, fregar, planchar, comprar, cocinar... y es que somos las primeras, aunque solo sea en conjugaciones. A ver si la ministra Bibiana Aído nos busca nuevos verbos; nosotras, desconfiadas, nos iremos pasando al masculino de los complementos directos: los muebles, los platos, el baño, los trapos (vale, vale, es “la ropa”, pero, en mi lista, la plancha ya no cabe). Mira, el polvo, el polvo siempre les toca, da igual la letrita; el plumero está ahí, mandando, centrando sus vidas, a fuego... lunes, martes... y sábado, sábado siempre.
Y la culpa va a ser nuestra, por supuesto, y es que no sabemos elegir compañeros. Qué nos llevará a pensar que si no cocinan y son holgazanes de novios, luego cambiarán. Que nos invitan a comer... mejor a un restaurante, ¿no?, la cena es cosa nuestra y en casa.
Intentaremos pagar el piso solitas, cual lechuzas impasibles, que eso de que nos descoloquen las cosas... Mira, casi prefiero que limpien en casa de su madre.

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** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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