17.4.09

**Cuaresma, Pasión y Resurrección**


Ni silencio, ni respeto, ni na. Siempre ha habido, y habrá, la típica parejita de cotillas, los hormonados que aprovechan el paso de las procesiones para demostrar su falta de inteligencia, algún vecino, haciéndose el despistado, que cruza por la mitad...
Mas, los cofrades solían guardar la compostura, porque, puestos a hacer teatro, habrá que hacerlo bien, ¡digo! Y, ahí nos tienes, guardando sitio en primera fila, un año más, para ver, en la Tercera Caída, a un congregante blandiendo su móvil; una señorita con leguis, de paseo con la Esperanza; grupitos de chachara en el Vía Crucis... y ese público maravilloso, ¡ole y ole!, que ya ni escucha ni deja escuchar ¡Qué sí, que si aguanto una hora de pie es por el Jerusalem y no por descubrir el final de la novela de la tarde o enterarme de que ese de gafas es tu sobrino, tu primo o el de la Mari. ¡Arsa!
Creyentes o no, las lechuzas apreciamos el arte y la belleza de una cultura que nos llega de la mano de nuestros abuelos. Y si acompañamos a un Crucificado o a una Virgen llorosa, entendemos que la peineta y el luto son incompatibles con mascar chicle, salirse de la fila o sonreír a diestro y siniestro, posando para la foto.
En mis tiempos mozos, mis padres me enseñaron el valor del silencio y, ahora, eso que viví, parece perdido, pues mis paisanos se han dejado ganar por las jaraneras costumbres andaluzas y son más charlatanes que un costalero llorón.
Me quedo con las pisadas calladas del Cristo de las Injurias, con lo bien que se bailan los pasos en mi tierra y con la tristeza por la falta de sopas de ajo y de entierros con trajes de gala.
¿Y si juntamos a un regio cargador con las formas de un emperador romano? ¡Oléeeee!

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** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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