
Fines de semana de disfraces: yo te doy, tú me das y todos contentos... ¡Y qué viva el amor! Claro que tanta facilidad y sencillez aburre, ¿no? Por eso le damos tanta vidilla al asunto y nos lo jugamos todo en el tie-break.
Si mis lechucitas se deciden, ellos ya tienen el cartel de “ocupado”; si se cansan de olvidar nombres y caras, solo encuentran amores perecederos; si el pasajero pretende pegarse a su piel, lo desechan como a un polizón. Si tú buscas familia, fidelidad, serenidad... te toparás con golfos; si buscas golfos... encontrarás maridos. ¿Y quién distingue esta red que nos separa?
Y, aunque es seductor lo complicado, ese cosquilleo del ahora sí, ahora no...; un día, de pronto, después de tropiezos sobre piedras poco pulidas; paras el partido y tu amigo, el de siempre, el que tuvo novia, vida ajena, casa ocupada; te abre la puerta de un refugio que sabe a erotismo y sus paredes proyectan Las mil y una noches sin venderte entrada. Así, el mundo cambia, y lo que era vulgar rota a insólito y cautivador, sus palabras tienen empuje y sus silencios..., ay, esos silencios.
Si el pasado no nos olvida, por qué negar el pasado. Prefiero pensar que lo vivido nos conduce a encontrarnos, que los malos momentos y ciertos ejemplares eran necesarios para apreciar otro tipo de entrega, para ser más sincera, más completa, más tú.
Y, si algún día cantan “iguales”, recréate y disfruta de la carne del león.
2 comentarios:
Ultimamente observo que hay muchos partidos abiertos y la pista está que arde.
En alguno ya se sabe el ganador y en otros o están empatados o se tornan eternos y sin resultado cercano a la vista.
Dicen que hacer deporte es bueno, y no lo dudo, lo que no cuentan es que es agotador (doy fé) jejeje, y que hay momentos en que las fuerzas flaquean y puede que estemos a punto de perder el partido. Menos mal que cuando existe un gran público que anima, todo cambia, las fuerzas se recuperan y se logra terminar la contienda con resultados positivos. El final puede que no sea la victoria, pero siempre nos quedará la satisfacción de haber pisado la pista, haber jugado el partido hasta el final e incluso de haber ganado algún set con tal elegancia que hasta nos "quitaremos el sombrero".
¡Ole mi lechucita! Qué sería de nosotras sin ese público maravilloso.
Da gusto levantarse en estos días de casi primavera, ese sol... y quedarse con todo lo bueno, que es mucho, y a fuerza de devolver pelotitas, derechazos y boleas... quién sabe... Yo todavía no he impreso el nombre del ganador.
Además, recuerda las palabras de nuestro querido Apóstol: los lechuzos suelen despreciar la inteligencia ¿o no?
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