
"Mientras clavas en mi pupila tu pupila azul"... añoro tu molde de ficción, deseo encontrar el barro donde se fundió tu nobleza, pero la vida se empeña en recordarnos que la vasija con tus esencias partió contigo.
No es que ambicionemos lechucitos de cuerpos imberbes, no suspiramos ser abrazadas por el galán de turno, ni exigimos mentiras que alaben nuestra hermosura... pero su ejemplo es un lastre que no nos permite volar satisfechas de honestidad y erotismo. Ay, y es que, es así, mis queridos lechuzos, ni siquiera rozáis su perfección. Lo siento, de verdad, pero, desde ahora, solo nos acercaremos a hombres experimentados, de rostro atractivo y cuerpo esculpido con martillo y cincel. Porque Paul Newman nos ha recordado que la cara es el espejo del alma, y queremos almas puras llenas de fogosidad. Su legado es claro: si quieren, pueden.
Basta ya de hormonas, alelos y madres malcriadoras. Ha llegado el momento de exigir, por fin tenemos nuestra excusa: si él demostraba su personalidad con una capa de masculinidad y dulzura, si comprendió el amor en blanco y negro,... tendremos que buscarlos guapos, ¿no?
Nosotras nos paramos aquí. ¡Hagan juego, señores! y más les vale que su apuesta sea alta, ya no jugamos al “rojo o negro”, “par o impar”. Agotadas por tanta resta, es hora de cambiar de conjunción: “rojo y negro”. Atractivos y sinceros, sensibles y seguros, amantes y fieles... ¿Quién da más? Ole, los guapos, ole.
No soñamos con que sus labios incitantes vuelvan a surgir, seguras de que su esmerado molde está oculto para las lechucitas y se rompió allende los mares. Pero es que el mundo está lleno de indecisos, de perdedores y de tristes libertinos de ideas sueltas, y mis niñas se merecen lo mejor.
Nunca más pienso recordaros que, a pesar de lo que os hagan sentir, la desdicha es la suya, porque “sus ojos sin tus ojos no son ojos, solo iris de un amante en soledad”.
Arriésgate, amiga, y deja que te hagan feliz.
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