
“Elige a un hombre que te haga sombra”, una aliteración varonil que, por más que parezca sencilla, resulta misión incompatible con la vida moderna. Y a ver cómo le explico yo a mi abuela que su mandato puede resultar una búsqueda eterna para esta pobre lechuza caída del cielo.
Pertenecer a la generación del Cola Cao es agradable para ciertos sentidos: gusto, sin duda, ¡qué corra el azúcar sustitutivo de tanta felicidad!, y, en ocasiones, la vista y el tacto, pues hermosas figuras, por corpulentas, pueden decir que de buena infancia vinieron esos fangos propios del Jardín de las Delicias. En definitiva, taparnos el sol y seducirnos con un ñu aún está en sus manos y siempre nos quedará un buen desayuno, ¡ñañ!
Pero mis mayores, esas dominadoras del poder de la palabra de Scheherezade y de la paciencia de Penélope, imagino que querrían para sus nietas un todo: sombra física, para el buen comer, y sombra mental, para tener contrincante digno de mirar para arriba ante tanta arma de mujer mujer.
Y con los tacones vino el dolor, porque a la altura hay que acompañarla, si no se pretende a una araña sin patas, y a la potencia cerebral habría que darle frascos contundentes… quién dijo miedo si toca un todo.
Solo hay un camino para el corazón de una lechucilla, y no es el complicado tormento, sino el grande y recto ¿No es cierto? Tenemos sexys, encantadoras, pícaras, tímidas y serias intimidadoras de tacones. Intentaremos no rompernos el paracaídas, al menos una vez.
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