
A mí Papá Noel… ni fun, fun, fun, ni na de na. Pudiendo tener tres científicos montadores de camellos, quién querría a un señor barbudo y que aparece una vez al año, te deja el regalo y se va, cual malvada cigüeña de París. Al menos los Reyes se lo curran con un largo trayecto de fríos y calores intensos, arriba, abajo, a un lado y al otro, hasta que encuentran la estrella. A pesar de no ser la fecha de su llegada; por la cercana Nochebuena, voy a cumplir una promesa: dedicar estas caricias en prosa tan propias de mí a esos señores que lo son por ser casados. ¡Qué no hay casado bueno! (conozco uno y no es el papá ese soso del jojojo).
Forzada por peticiones varias, lo intentaré, sin ser yo la más indicada para comentar algo sobre los “pillados con anillo”, no por eso del alimento prohibido o desconocido, más bien por no ser amiga de los amarres, pues de algo de brujería tienen que entender esos que consiguen que las lechuzas dejen de mimarse a ellas mismas para dejarse por otros.
Madurez, aburrimiento, romanticismo, hipoteca, ese reloj biológico que desgarra los cuerpos femeninos… hemos escuchado de todo, estas descarriadas solteras, como excusas de las orgullosas mujeres casadas que ya tienen a su hombre ¿seguro? para ellas solitas, que las musas existen, pero no se tocan.
En Navidad, luces y niebla, el buenismo se apodera de mí, maldito, y entre el recuerdo de algún amor y el olvido del siguiente, creo ver un motivo para el matrimonio: ganas de cuidar y ser cuidado. No nos engañemos, en lo bueno, cualquier lechuzo mono, detallista y ágil puede hacerte feliz y tú a él; en lo malo… solo las mujeres aguantan sin amor y ellos… conocen el verbo, pero no lo conjugan. Los hombres tratan la estabilidad que les llama desde los treinta como una petición del alma y, por no variar, se acomodan a la que se cruce en su camino y esos cruces traen el descruce en cuanto la cruzada se deje de querer por ese, su hombre.
Y comieron perdices hoy, mañana tendrán que sobrevivir a las malas rachas, a los amigos, a las partidas de pádel, de cartas, de mus; al sexo sin ganas, a la testosterona, al mercado de valores, a la desgana, a los hijos, al desgaste, a las ganas de sentirse vivo con la conquista… Pero lo siento, si conoces sus defectos y aún así quieres compartirlos, no escaparás al amor. Piensa que si él no te hace feliz... siempre quedará un otro o ellos.
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