20.11.11

**Palabras más, palabras menos**


No digas nada, no pienses, habla poco… sé mi sonámbulo y déjalo todo, hasta tu voz. “Eres linda, la madre de mis hijos, perfecta para mí”. Cariño, cállate, no ves que no hace falta, que la fe la dejé para el del Cielo y soy espíritu de azotitos, de tierra profunda, abrasadora y en cueros ¡olé!

Un hombre y una mujer, lechuzo y lechucilla, rendidos, lindos, dulces, no más. Puedes dar las gracias, eso sí, por formar parte de esta cena a tres: la noche, el poder y mi extravío. En este reinado, se recibe y se da para olvidar: ya veremos mañana. Todo sencillo, piú bello, romántico, si la adornamos con frutas salvajes, bulbos blancos, tono rojizo, jugosas capas y sabor dulce y picante. Todo es empezar, pim pam, placa, ñaca y vamos viendo.

Y llega el error. Es cierto que las lechuzas valoramos los vínculos sentimentales, cómo no: recuerdo cuál era el sonido de tu nombre (¿tenía una erre?) y, por supuesto, debemos esperar, somos señoritas que recompensan la paciencia, maduramente. Aguantamos, conocemos y usamos, al fin, por eso de amar desesperadamente el amor. Entonces, y solo entonces, puede que, tal vez, algo funcione y, tras la primera cita, volvamos a empezar, primero delante y luego detrás, un pasito, dos y tres.

Pero no mates el misterio, corazón, no busques mi escalofrío con letras aprendidas para otras ¿A qué mentirnos? Has cumplido y no has usado ni penas ni varas… de medir. No me compliques con las promesas que no te pedí y corre contra el frío.

Yo soy placer, cordillera por nacer, poesía, condimento eterno y sabrosura. ¡Azúcar morena con caña! Mujer de fuego, volcanes y escultores. ¡Ay, un Miguel Ángel de nácar!

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** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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