
Al fin y al cabo, ¿qué es el amor?, un instante o instantes que conllevan unas cadenas, algunas de oro, ciertamente, pero se clavan y pesan tanto como las normalitas. Lo más interesante es eso de la desnudez, más por lo que aporta a uno mismo que al otro, por muy ojiplático que se quede con tus turgencias, pues es mejor espejo el que te ama, ¡una se refleja tan guapa!
Todo el día con esa cara de percha que deja maniatados los músculos faciales, y sin poder evitarlo. Clavadicas, atrapadas entre la pasión y sin luchar contra el amor, eso trae el otoño. Venga, a besarse y descansar, a abandonarse y volver a... besarse. Se aleja, vuelve, marcha y regresa, tal que un poeta en un aeropuerto esperando tu camisa a cuadros, sin importar que huela a un azul de versos o un negro o gris de músculos. No hay desodorante que tape tanto tufo a hormona manirrota.
Y no te sientas mal, lechucilla, esto es lo normal, por mucho que pertenezcas a ese grupo de gente, insólita, que no cree en las esperas ni en que duelan ni, dónde vas, en eso del amor. “No, no, no es amor, amiga, pero es tan majo...” Lo de su cuerpo moreno no tendrá nada que ver, su estilo, esos andares de aprovecharlo todo y su juego de muñecas no son señales indiscutibles de que lo adoras, no, no.
Si no es amor, que no lo es, te dejaremos un huequito, una puerta de escape momentáneo de nuestro grupo de descreídas, mientras te recordamos y no olvidamos todas esas etapas que creías que te iban a durar para siempre, pero solo por tu alma armada de lechuzo, siempre y cuando, pero nunca sobretodo, que eso ya es más propio de tu lado femenino.
Yo, entre nosotras, prefiero verte sonreír con tu amor presente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario