24.6.10

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Lo ocurrido hace unos meses en Kenia me hace plantearme qué significa ser feminista, cuándo una mujer puede firmar ese contrato ideológico que los lechuzos usan como si, al hacerlo, te volvieras un enemigo, estropearas tu cuerpo u odiaras el fútbol y a los hombres. No, no, no, ¡qué delicia el balompié!

Un grupo feminista keniata, siguiendo a la clásica Lisístrata, decidió que la mejor forma de arreglar los problemas políticos de su país era la huelga sexual, sobre todo de las dos primeras damas, esposas del presidente y del primer ministro, enfrentados, pero unidos en el hundimiento de su país: “Si ustedes no saben renunciar a la violencia y acordar una tregua, no vengan aquí a negociar revolcones”. Las mujeres, listicas ellas, pagaron una semanita de ausencia de trabajo de las profesionales del tema y, tras siete días de solo palabras, hecho: todos a hablar.

¡Qué bien, ganamos las mujeres! ¿estáis seguros? Ellas con el poder en sus manos, ejem, y ellos tan imbéciles. Ahora entiendo el ataque británico a Sara Carbonero por la derrota en el Mundial. A ver si van a tener razón…

A mí esto me deja regusto a machismo, decir que sí a quien esclaviza nuestras piernas como objeto sexual, es una pena que hayamos cambiado tan poco y sigamos viendo ciertos placeres como regalos a un hombre. Mientras, mis lechuzas siguen aprendiendo: tú me das, yo te doy y todos contentos.

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** LAS LECHUZAS PUBLICADAS **

 
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