
Sí, sí, me encantan los vocablos que suenan a dialecto, a leonés, a Zamora y, aunque a la RAE le importe más “quedar bien” con gallegos, vascos y catalanes, yo, dueña de mi lengua, me niego a utilizar la “o”, el “rezongar”..., esta lechuza no es ni usmia en “úes” ni en lumbre y gusta de cucear entre sus propias alas.
Y será que ando agudica por lo que la grasa, chacho, ahora que me observo, lleva años en huelga contra mis caderas, algo que no me incomoda, salvo por esa tendencia masculina de disfrutar de los encantos de esa chicha tan aguda en arrimarse a posaderas femeninas.
Para terminar de mancar mi autoestima, resulta que en Oxford han descubierto que las caderas, traseros y muslos prominentes son más sanotes y ayudan a prevenir enfermedades circulatorias, evitando la obstrucción de las arterias, y regulan la insulina, por lo que se previene la diabetes. ¡Churros, curruscos y campeches, que, donde hay miga, hay alegría!
El problema, lo siento por las aves lambrucias y amigas de la pancetita, es que, si te pasas en la dosis de tocino subcutáneo en semejante zona, no hay dieta que lo incomode y lo haga emigrar de tus lozanas caderas, algo mucho más sencillo con la acumulación adiposa en la zona de la cintura o abdomen.
Mas siempre contaremos con el dulce alivio de hortalizas, ejercicios varios y frutas, un alimento tan ligado al amor de Don Melón y doña Endrina. Él, conquistador de palabras, ella, desconfiada, inteligente lechuza medieval: “Los hombres son engañosos y engañan a sus vecinas”. ¡Buena jera y cuidado con remejer en la oscuridad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario