
Volando voy, volando vengo, por el camino, yo me entretengo... así, atareados, llega otro año. Y hacemos el balance de lo bueno y malo, de los que se han ido, de los cansinos que vuelven y revuelven y de los que cuesta olvidar.
Para las lechuzas, que tenemos un toque de brujas, es el momento de tranquilizar las intenciones perversas que nos trajo el 2009 y de abrir la mano a un 2010 de deseos y destinos... misteriosos. Y es que lo conocido nos hace esclavos del aburrimiento, ese don tan propio de los casados y de los torpes en artes variadas.
Mas, no juzguen mal a las pobres lechuzas descarriadas, pero entiendan lo cansino de las reuniones navideñas con quienes hacen de su vida en pareja su conversación y culmen del bienestar, y se engañan mirando con tristeza y pretendiendo incluir a sus amigas en tan “cautivadora” secta. Que no seré yo, líbreme mi inteligencia, quien arremeta contra la sagrada losa, pero entiendan que tan feliz se es de un lado como del otro, siempre que se le ponga chispa, generosidad e imaginación a ese pasodoble que es la vida.
Puede que para el matrimonio no, pero en imaginación amatoria siempre ha tenido prestigio la cultura brasileña y quién si no una casa de lencería carioca se iba a poner a investigar el efecto de los colores de nuestra ropa interior, por supuesto, divina.
El blanco y el negro ni nos elevan ni nos bajan, pero el rojo, ¡ay, el rojo! Parece que sus alas encendidas trasladan nuestros ojos del cielo al infierno con menos esfuerzo y con sublimes estremecimientos de pasión.
¡Lechucitas, Nochevieja de rojo, 2010 de carmín!
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