
Te despiertas, noche tras noche, sobresaltada ante un sueño, una imagen terrorífica, una angustia... y un solo consuelo: esto nos pasa a todos. Pues no, también nos ha tocado la china en esto de las pesadillas. Será lo de tener conciencia...
Sus inquietudes: peleas, agresiones físicas, ataques violentos, nada encubierto o velado. Sus torturas son claras y evidentes. ¡Todo a lo bruto! Nosotras tendemos a tres tipos de sueños: los de terror, de acoso o amenazas; de pérdidas y amor o sueños confusos.
Noches interrumpidas por el miedo a cualquier atentado contra nuestra familia, emociones intensas, problemas escondidos, sutiles dilemas y, cómo no, el amor. Sueños de besos, abrazos, pasiones reprimidas por la luz del día, por el irritante despertador.
Ellos, músculos, golpes bruscos, el presente y nunca el pasado, y ¿amor?, por supuesto. Cortometrajes donde todo es clarito y fácil, del aquí y ahora. Sus referencias sexuales no tienen nada que ver con la delicadeza, con la exquisitez, con el tacto... su proyector nocturno tiende más hacia la ternura y discreción de Lucia la Piedra, ¡ay, omá! ¡Viva la fantasía!
Y luego nos quejamos de su rudeza, qué van a hacer, si es que lo llevan dentro, ahí, amarrado a sus entrañas, cosido a sus solapas. Y, si te regalan flores, joyas y palabras, no esperes más allá de ese presente, no hay porvenir ni ilusiones. No des vueltas a regalos que no ven el sol, a cortesías sin fragancia. Ni tímidos ni reservados: agua clara.
Siento que nos conquisten con silenciosas rosas rojas, teniendo sencillos claveles blancos.
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